domingo, 30 de mayo de 2010

La argentinidad al palo: un flaneo con mis hijos por el Paseo del Bicentenario


Foto: Daniel García AFP - Getty Images.
Texto: Silvina Quintans

Sebi salta, gira, ríe, intenta agarrar alguno de los miles de papelitos que caen sobre la 9 de Julio. Nico agita una banderita apretado contra las vallas que lo separan de los diablitos jujeños que bailan desaforados. Es sábado 22 de mayo de 2010 y avanzamos por el Paseo del Bicentenario.

¿Quiénes son esas señoras que giran allá arriba? Les contamos de nuevo la historia de las Madres de Plaza de Mayo. ¿Y por qué se llevaban a sus chicos? Intento explicar lo inexplicable, tranquilizarlos, decirles que fueron otras épocas, que eso ya no pasa desde que estamos en democracia. ¿Y qué es la democracia? La democracia es esto, chicos.

La multitud nos empuja como el mar y vamos avanzando entre banderas, puestitos de comida, escenarios todavía vacíos. “Lindo lugar para perder a un chico”, comenta una mujer mientras por los altoparlantes anuncian que encontraron a un nene de cinco años. Agarramos fuerte a los chicos, arremetemos contra la marea humana. Quieren ver a los dinosaurios de Neuquén, pero el locutor anuncia que se acercan los ex Combatientes de Malvinas.

¿Y bombardearon Buenos Aires en la guerra, mami? No, Sebi, los chicos (la palabra chicos los inquieta pero no encuentro otra) pelearon lejos de su casa, muchos murieron de frío o por las bombas (Uno de estos días se impone hacerles escuchar la súplica de Charly “No bombardeen Buenos Aires”). ¿Estos son soldados de verdad o de mentira? Son de verdad, Nico. ¿Y estos solos se salvaron? Estos y otros más, tenían la edad de papi.

El discurso de los altoparlantes habla de hermandad latinoamericana, de derechos humanos, de Nunca Más, de artistas populares, de los pueblos originarios. ¿Qué son los pueblos originarios, mami? Es la gente que vivía en América antes de que llegaran los españoles. ¿Son estos que vienen marchando? Estos son los descendientes, Nico. ¿Pero son estos mismos? No, sus tataratatararaa nietos, Nico.

Pienso en la suerte que tienen mis hijos. Las fiestas patrias para mí siempre tuvieron gusto rancio y ritmo de marcha militar. Todavía recuerdo el aspecto castrense de la directora de mi colegio, parada en la puerta con su tapado azul tan parecida a un granadero, revisando el peinado y el largo de la pollera de las alumnas. La recuerdo, sobre todo, en el descanso de la escalera el 3 de abril de 1982, mientras anunciaba que se había iniciado la “gesta” de la recuperación de las Islas Malvinas.

Avanzamos por Avenida de Mayo. Los chicos miran las banderas. ¿Todo esto lo pusieron por el 25 de mayo? Sí, Sebi, se cumplen 200 años del primer gobierno que pudimos elegir los argentinos. Caminamos alrededor de la Pirámide de Mayo, preguntan por el dibujo de las Madres sobre la vereda. ¿Y qué pasó con los chicos, los mataron a casi todos, no? Sí, Nico. Les decimos “chicos” pero eran más grandes que vos - aclaro frente a su creciente inquietud. ¿Y cómo los mataron? El padre empieza a responder. A algunos los subían a los aviones… Lo miro fijo ¿estarán preparados para escucharlo? Intentamos distraerlos. ¿Los tiraban del avión, papi? Me cuesta escuchar la respuesta.

Ya es de noche. Los edificios están iluminados de colores que nunca antes habíamos visto. La Casa Rosada refulge de tan rosada, el Cabildo está muy blanco y parece que se prepara un acto. Varios soldados vestidos de época se acercan, despreocupados, hablando por celular. ¿Había celulares en esa época, mami? No, Nico, estos señores están disfrazados.
Ya estamos cerca del subte, y Nico quiere volver a casa. Santiago se lo lleva y yo me quedo con Sebi.

Alrededor de la Plaza de Mayo descubrimos cosas insólitas. ¿Qué es ese auto que cuelga, mami? Un viejo Siam-Di Tella, un auto totalmente fabricado en la Argentina ¿Por qué está colgado ahí? ¿Para qué sirve ese barco en medio de la plaza? Mirá, mami, esa burbuja gigante parece un inflable con caballitos de colores adentro. ¿nos dejarán entrar?. No tengo idea de qué se trata, Sebi. Nunca había visto estas cosas en Plaza de Mayo.

Entramos a la Catedral, están dando misa. Llegamos en el mejor momento: el saludo de la paz. Nos abrazamos y besamos con varios desconocidos. Sebi me mira y pide aprobación. Sí, Sebi, en la misa se puede besar a los desconocidos.

Creo que hay alguien importante enterrado en la Catedral, mami, yo vi una tumba gigante. ¿Se entierra gente en las Catedrales? Volvamos y me mostrás de qué tumba estás hablando. ¡¡Ups!! Era la tumba de San Martín. ¿Y por qué no se apaga nunca esa llama de la entrada, mami? ¿Cómo hacen? ¿Quién se encarga de mantenerla prendida? ¿Hay gente que vigila toda la noche que no se apague?

Enfilamos por Corrientes hacia el Obelisco por Diagonal Norte. Vamos trazando nuestro propio mapa de la ciudad, caminamos por el medio de las avenidas, avanzamos entre edificios iluminados. Llueven papeles celestes y blancos de la terraza del Hotel Panamericano. Sebi salta, gira, ríe, intenta agarrar alguno de los miles de papelitos que caen sobre la 9 de Julio.

Avanzamos hasta Tribunales y adivinamos detrás de los vidrios la imagen ciega de la justicia. ¿Por qué es ciega, mami? Intento justificar semejante despropósito.

Corrientes está tomada por la gente. Los autos por esta vez cedieron su lugar. Debemos resignar la pizza en Los Inmortales –imposible entrar- por un modesto tostado en un bar de esquinas. Volvemos a la 9 de Julio. Me parece escuchar a Vox Dei. “Vengo de muy lejos a vivir aquí./en la casa que está detrás del río/vengo a buscar nomás lo que es mío/es una promesa que debo cumplir”. Este es un grupo de rock muy viejo, Sebi, uno de los primeros. Este disco se llama La Biblia. ¿Cómo, la Biblia no es un libro? Si, pero ellos hicieron un disco.

Vamos por el segundo tema de Víctor Heredia. El piso está embarrado, a duras penas logramos ver algo. Es un poco repetitivo esto, mami. ¿cuántas veces dijo Coraje?¿Por qué lo repite tantas veces? Estoy un poco cansado, ¿volvemos a casa?.

Los vagones de madera del subte se bambolean. Este es el primer subte que se hizo en Latinoamérica, Sebi. ¿El primero del mundo? No, de Latinoamérica. Pero uno de los primeros del mundo, mami. Sí, Sebi, uno de los primeros del mundo.

viernes, 28 de mayo de 2010

El textito del fin de semana... Walter Benjamin notas sobre el flâneur

Foto: Henri Cartier-Bresson
Texto: Walter Benjamin

Una embriaguez entusiasta sobreviene al que marcha mucho tiempo sin meta por las calles. A cada paso, la caminata adquiere una fuerza nueva; se vuelven insignificantes los negocios, los restaurantes, las mujeres que sonríen y siempre ejercen un magnetismo irresistible en la próxima esquina, una lejana masa de follaje, un nombre de calle. Entonces se siente hambre. El paseante no quiere saber nada con los cientos de posibilidades que le permitirían saciarla. Como un animal ascético vaga por barrios desconocidos, hasta desplomarse, hondamente agotado, en su habitación, que lo recibe extranjera y fría.

Walter Benjamin, Notas sobre el flâneur, citado por Jorge Monteleone en "El Relato de Viaje de Sarmiento a Humberto Eco", Ed. El Ateneo, 1998.

Cito este texto de Benjamin porque no hay viajero más auténtico que el flâneur. Que el verbo francés "flâner" no tenga traducción al castellano es una pena porque es una palabra maravillosa. Se trata de la acción de caminar por las calles sin rumbo fijo y sin apuro, dejándose sorprender por lo que se encuentra a cada paso. Caminar con la curiosidad despierta, con la mirada ingenua y extrañada de quien ve las cosas por primera vez.

En estos días me tocó flanear por Buenos Aires. Los festejos del Bicentenario fueron la oportunidad para redescubrir la ciudad de la mano de mis pequeños Sebi y Nico. De eso hablaré en mi próximo post.

Les mando un enlace de una nota que escribí sobre Benjamin y los pasajes parisinos
http://edant.clarin.com/suplementos/viajes/2004/01/04/v-00801.htm

viernes, 21 de mayo de 2010

El textito del fin de semana... Alejandra Pizarnik


Foto: Alicia Lecce
Texto: Alejandra Pizarnik

una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo

la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

De El Arbol de Diana, Alejandra Pizarnik

Gustavo Cerati y el lado oscuro del viaje

Me perdí en el viaje/ y nunca me sentí tan bien. (G. Cerati) 

Texto: Silvina Quintans

Hace exactamente 12 años –cuando aún trabajaba como abogada- sonó el teléfono del estudio y un hombre me dijo que mi papá había tenido un accidente cerebral en República Dominicana. Yo por aquel entonces estaba distanciada de mi padre y no lo veía desde hacía tiempo. No tenía idea de que había viajado, y mucho menos de que tuviera algún problema de salud. Era un hombre joven, muy activo y deportista.
En pocas horas me vi embarcada en una aventura que me sobrepasó por completo: enfrentarme con mi padre, enfrentarme con mi padre en coma, enfrentarme con mi padre en coma por un accidente cerebral, enfrentarme con mi padre en coma por un accidente cerebral en República Dominicana.
El viaje a República Dominicana con Santiago y con mi hermano fue –sin dudas- el momento más desconcertante y doloroso de mi vida. Es imposible describir el dolor que uno siente cuando no sabe cómo va a quedar aquella persona a la que quiere. Cuando llegué a Dominicana papá ya estaba despierto, pero no era aquel al que yo había llamado papá. Para empezar, había perdido el habla y no estábamos muy seguros de cuánto entendía de lo que decíamos. Había perdido también la movilidad de las piernas y de un brazo. Teníamos que ayudarlo entre dos personas para que cambiara de posición en la cama.
Hace ya varios años que intento escribir una novela sobre la experiencia de aquel viaje - inimaginable, surrealista, avasallante- y voy avanzando de a poco. El calor pegajoso, el olor del trópico, las discusiones para lograr que nos enviaran un avión ambulancia, la soledad, el desamparo, el extrañamiento. Esa es la palabra: extrañamiento.
Durante aquellos quince días en Dominicana nos sentimos más extranjeros que en ninguna otra parte. Extranjeros frente a los demás extranjeros. Hordas de turistas que llegaban con gorritos y cámaras fotográficas a disfrutar de una semana de diversión sin cuestionamientos. La sensación se potenciaba hasta el grotesco en un escenario que desplegaba todos los clichés del turismo moderno: chicas con guirnaldas de flores esperando a la salida del avión, resort con lagos artificiales, la música funcional de la recepción, los mediocres espectáculos nocturnos en el patio del hotel, los animadores dispuestos a conjurar el aburrimiento a fuerza de actividades sin sentido. Todo parecía preparado para resaltar aún más nuestra desgracia. Aquel clima de alegría artificiosa me irritaba y entristecía.
No quiero irme por las ramas, hace años que intento profundizar en este lado oscuro de los viajes, pero no es el objeto de este post. No sé en realidad cuál es el objeto de este post. Así como no sabía entonces cuál era el objeto de la actividad del resort, o el mío en un país lejano intentando repatriar a un hombre al que me costaba reconocer como mi padre.
Todas estas imágenes volvieron a mi cabeza esta semana cuando leía sobre la salud de Cerati. Las crónicas hablaban de vegetación, calor, humedad, accidente cerebral, una clínica moderna, familiares perdidos en un país extraño. Y luego llegaron los reproches y estupideces: si fumaba, si tomaba, cuál era su estilo vida, como si la enfermedad tuviera un culpable. Si algo aprendí con la enfermedad de mi padre es que a veces resulta difícil asumir lo inexplicable, aquello sobre lo que no tenemos control. La enfermedad es siempre un golpe a la omnipotencia.
Por suerte, para mí Cerati evoca también otros viajes: Canción Animal en el walkman por los caminos de Chile en el ’90, El Puente –un tema de su primer disco solista- en la entrada del salón el día de mi casamiento, y las inmensidades patagónicas desfilando este verano en el auto al ritmo de su maravilloso disco Fuerza Natural. Estamos a merced de la fuerza natural.

Fuerza natural

lunes, 17 de mayo de 2010

Tarde de Pincha en La Plata


Texto: Silvina Quintans

Sé que varios de mis compañeros de ruta se ofenderán con el adjetivo, pero para un no-fanático del fútbol la propuesta de ver en un bar céntrico de La Plata el partido en el que el pincha definía el campeonato resultaba -por lo menos- pintoresca.
Hacia allí partimos desde Caballito cuatro madres, dos padres y seis mini fanáticos del León embanderados y vestidos como un pequeño ejército a rayas rojas y blancas. Es cierto que el bar al que yo había imaginado poblado de fanáticos de verba exaltada, mozos con bandejas de metal, mesas de madera, y pisos algo percudidos, terminó siendo una moderna panchería con una moza joven que miraba azorada tanto despliegue de fervor, y trataba de mantener la pulcritud del local a fuerza de desinfectante y lavandina.
Los hinchas de voz gruesa y calibrado vocabulario también brillaron por su ausencia, merced al "Fútbol para todos" que fue minando la costumbre de compartir la pasión futbolística en los bares. Atrás quedaron los tiempos en los que uno se abrazaba con desconocidos hermanado por el tan esperado gol: hoy muchos hinchas compran el plasma en 50 cuotas y se apoltronan en el living para alentar al equipo. Y no los culpo.
Lo cierto es que en la soledad del local reluciente, mientras paladeábamos unos cargadísimos panqueques, festejamos los cuatro goles del pincha, sacamos a los chicos a pelotear en la plaza en el entretiempo, y sufrimos durante los últimos minutos viendo con impotencia cómo se nos iba el campeonato en manos de Argentinos Juniors.
Por lo demás, siempre vale la pena volver a La Plata. Para los que venimos de Capital, queda claro que es una ciudad que está hecha a medida de sus habitantes. Diagonales que desembocan en plazoletas, muchos árboles, casas bajas, veredas sanas, amplios bulevares,  la espectacular catedral iluminada. Vale la pena volver a La Plata, aunque esta vez no hayamos ganado el campeonato.

viernes, 14 de mayo de 2010

Vientos patagónicos


Foto: Santiago Felgueras - Arco Iris desde las cabañas de Lago Posadas 2010.

Texto: Silvina Quintans.

Esta contracrónica empieza donde termina el artículo "Grafittis en la estepa" que salió en Clarín el domingo y que postée hace un par de días. No voy a hablar de la Cueva de las Manos ni de Bajo Caracoles, ni del camino de colores hasta Lago Posadas. Tampoco voy a hablar de las dificultades del camino de ripio, ni de los -casi- dos días que nos llevó ir desde el Chaltén hasta las dos cabañas alpinas que alquilamos frente al Lago Pueyrredón en el Camping El Tío, cerca de Lago Posadas, al Norte de Santa Cruz. Si alguien lee esto con alguna finalidad práctica sólo diré esto: recomiendo el lugar por paradisíaco, aunque las cabañas tienen varias deficiencias. Para empezar, no tienen heladera y están muy aisladas del pueblo, con lo que el tema comidas se complica (¡¡hasta los chicos se aburrieron de los fideos!!). Por lo demás, las cabañas están pegadas literalmente al lago frente a un paisaje alucinante; valen la pena las privaciones.

Al margen de las disgresiones prácticas, el tema de esta contracrónica es el viento.  Siempre digo que si el viento patagónico soplara en otras latitudes, tendría nombre propio como los huracanes. Con la diferencia que en la Patagonia el huracán es permanente y está incorporado al paisaje.

Durante los dos días que pasamos en las cabañas frente al Lago Pueyrredón, el viento tuvo momentos piadosos y de los otros.  Nos voló la comida, la ropa, las galletitas, la mesa, las sillas. Había que poner voluntad para pasar el día al aire libre, pero lo enfrentamos con estoicismo. Los chicos tiraban piedritas al lago y construían sus "franquicias" (quién sabe por qué bautizaron así a las defensas que armaban contra las olitas de la orilla), mientras los adultos leíamos, escribíamos, tomábamos mate y sacábamos fotos. Pero lo que durante el día podía parecer simpático y hasta pintoresco, de noche se convertía en un ulular ominoso que sacudía fiero la cabaña.

La segunda noche no pude pegar un ojo. El viento soplaba con furia y agitaba todas mis neurosis.  El cielo estaba muy negro, los álamos craqueaban y las olas del lago parecían animales al acecho. Cuaderno y lápiz en mano, intentaba exorcizar mis miedos. Aquí van algunos párrafos que escribí aquella noche.

4:20 AM.
Ni luna, tanto es el desamparo. Cielos negros de incontables estrellas, tan parecidos a la estepa. Incontables matas amarillas, incontables estrellas. El viento es inabarcable. Escucho los álamos doblados detrás de la cabaña y las olas que rompen impotentes en el lago, apenas a un par de metros. El viento arremete contra las ramas, el agua, el techo de chapa de la cabaña. ¿Se podrá dormir con este viento? ¿Habrá alguna alternativa al insomnio?. Es como si la cabaña estuviese navegando o levantando vuelo sin rumbo sobre una tierra inquieta y oscura. Difícil imaginar que vuelva a salir el sol entre tanta oscuridad, entre este viento que parece el de la última noche.
Pienso en los tehuelches enfrentados a la intemperie. El viento del Chaltén, su presencia caprichosa, las nubes negras que lo rodean como humo, el alero de la Cueva de las Manos en la oscuridad, la furia de las olas en el lago. ¿Cómo no temer a los dioses?
"Tierra Maldita", la llamaban, y tal vez sea cierto. Tantas bendiciones bajo este viento.
Hace un rato salimos con Santiago a mirar las estrellas. El cielo sin luna aún conservaba un resplandor vago en las orillas. Recorrimos la Vía Láctea, reconocimos las estrellas que más brillan. Una se mueve rápidamente y traza su órbita. La sigo, puedo reconocerla entre todas las demás por su movimiento. No es más que un puntito en busca del recorrido perfecto. La sigo por todo el cielo. La veo trazar un arco hasta que soy yo quien decide desviar la mirada. Busco otra estrella móvil en el ombligo del cielo. La encuentro. La sigo con la mirada en busca del recorrido perfecto.
6:00 AM - ESTA AMANECIENDO Y SE VUELA TODO.

Nota Graffitis de la estepa

El textito del fin de semana... El viento patagónico según Arlt


Las descripciones del viento y de la estepa de Arlt no tienen desperdicio. Cualquiera que haya conocido las soledades patagónicas se sentirá identificado.

"Todo está aquí sometido al imperio del viento, que sopla, aúlla, se queja y brama, dando en pleno verano la sensación de la proximidad del invierno (...). De día, bajo el sol, el viento es una cosa limpia y vigorosa, jamás cargada de polvo como en la región de las llanuras; de noche, en el silencio frío, es un bramido que hace crujir todas las articulaciones de la vivienda de madera, imprimiendo un encanto nórdico y misterioso a la oscuridad. Y entonces, nada hay más agradable que cerrar las puertas y ventanas y meterse en la cama de piel, mientras que el otro afuera sopla cavernosamente y ulula como en las noches del gran invierno polar".

"El paisaje, si se puede llamar así, es una llanura aburrida, manchada de círculos verdes por la empeñosa obstinación de tatas de arbustos que, ininterrumpidamente, se expanden por centenares y centenares de leguas cuadradas (...) Resuelvo no mirar por la ventanilla. Este paisaje me da bronca. Ya casi empiezo a considerarlo un enemigo personal. Es un inaguantable latero, que siempre dice la misma cosa."

de El País del Viento, de Roberto Arlt, Ediciones Simurg.

domingo, 9 de mayo de 2010

Nota sobre Cueva de las Manos

Les envío el link de la nota sobre Cueva de Las Manos y Lago Posadas que publiqué hoy en el suplemento Viajes de Clarín. Ya llegará la contracrónica. Los comentarios son siempre bien recibidos.

http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/05/09/v-02193116.htm

viernes, 7 de mayo de 2010

El textito del fin de semana ... Esta vez Calvino y Vila-Matas


Tuve una semana complicada y no pude colgar la contracrónica que estoy armando sobre un paseo por... ¡¡Liniers!! (Patagonia y los países exóticos de la encuesta pueden esperar)

Aquí van un par de textitos para el fin de semana. Algo nostálgicos, es cierto. Para los que dicen que este blog sólo habla de jardines ajenos, al final me animo y agrego algunas líneas propias.

Al hombre que cabalga largamente por tierras agrestes le asalta el deseo de una ciudad. Finalmente llega a Isidora (...)
Isidora es, pues, la ciudad de los sueños; con una diferencia. La ciudad soñada lo contenía joven; a Isidora llega a edad avanzada. En la plaza hay un murete donde los viejos miran pasar la juventud: el hombre está sentado en fila con ellos. Los deseos ya son recuerdos.


de Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino.

Me parece maravilloso este texto, esa idea de que hay ciudades que sólo sirven en el recuerdo. La misma idea aparece en este texto de Vila-Matas:

"Y de pronto descubrí que el duende del sueño no había sido nunca la ciudad de Nueva York, sino el niño que jugaba dentro de ese sueño. El niño que yo había sido era el que había provocado siempre que aquel fuera mi sueño de sueños. A la mañana siguiente, por mucho que estuviera en Nueva York me molestó una barbaridad comprobar que me había despertado. Porque lo de menos era Nueva York, que estaba allí con sus rascacielos y su innegable seducción. Lo de menos era estar confirmando que, en efecto, Nueva York me gustaba más que París. Y lo de más era que al despertar había borrado al niño, había perdido al verdadero duende del sueño. Anduve sonámbulo todo aquel día, el único de mi vida que he pasado en Nueva York".

de París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas

Isidora para mí es París. Encontré guardado este texto que escribí hace algunos años y que de algún modo se apoya en la misma idea. La indiferencia de las ciudades frente a la finitud de nuestros tiempos:

Hay que ser joven en París. No tiene sentido caminar por sus calles si uno no se siente - en algún aspecto- bello. La belleza de la ciudad atormenta y uno se convierte en pasajero indigno de sus calles.
No me atrevo a regresar a París en la madurez. Sólo vería el reflejo de su luz gris. Su belleza ya no sería contagiosa. Recorrer las librerías de viejo ya no sería un hábito encantador sino otra debilidad del temperamento.
Definitivamente, no me atrevería a regresar a París en la madurez.

lunes, 3 de mayo de 2010

¡¡Atenti a la encuesta!!

Embelesada por el maravilloso mundo de los "gadgets", descubrí cómo poner encuestas en la página. La encontrarán en la barra del lado derecho.

Coraje, anónimos, contesten y digan qué lugares les gustaría conocer. Las contracrónicas saldrán a pedido.

Las sugerencias son muy generales -se hace lo que se puede-, pero pueden orientarme en los próximos post.

Esta semana la dedicaré a la Patagonia. Pasen y vean.