sábado, 31 de diciembre de 2011

Soltar un globo en año nuevo


 
 Texto: Silvina Quintans

No puedo dormir. Es la última noche del año y reviso la computadora en busca de fotos viejas. Mis hijos muy chiquitos: disfraces, globos, casitas, pelotas y un barrilete. Me detengo en esa imagen de una cuerda que se extiende hacia el cielo, en esa forma alada que se achica poco a poco y dibuja un puntito sobre algo inmenso.

La escena del barrilete se parece mucho a una foto en blanco y negro que tengo colgada junto a mi escritorio. Retazos de un instante que aspira a la eternidad. Mamá y la abuela Elisa nos toman de una mano, mientras con la otra, mi hermano y yo sostenemos nuestros globos con forma de conejo. Aunque no se note, recuerdo perfectamente que el mío era azul. Hay sol, contrastes, claroscuros, cierta tensión en los gestos, perfiles fileteados por las sombras.

No voy a olvidar nunca ese instante casi feliz, porque un segundo después lloré desconsoladamente. Fue cuando solté el globo al escuchar el disparo de la cámara. El globo empezó a elevarse como una plegaria interminable, se hizo cada vez más chico y más azul, hasta que se mezcló con el cielo.

La imagen de ese cielo azul devorador de globos me acompaña desde entonces. En eso pienso cuando celebro este año nuevo, en el destino atado de una cuerda; en aquello a lo que nos aferramos, y en aquello que dejamos ir. Si tuviera que formular un deseo, pensaría en soltar el hilo, dejar que el globo se pierda en ese cielo, en el que todo parece posible.


Foto de Alicia Lecce