viernes, 9 de marzo de 2012

Blancas, níveas, castas



Foto: Alicia Lecce
Texto: Silvina Quintans
Poemas: Alfonsina Storni

(Columna leída para el Día de la Mujer en Radio Continental)

Mientras pensaba en qué podía decir sobre el día de la mujer, se dibujaron unos viejos versos en mi cabeza,  que aprendí en la escuela, pero que en aquel entonces no entendía muy bien.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Son versos de uno de los poemas más famosos de Alfonsina Storni. ¿Por qué recordar a Alfonsina en el Día de la Mujer? Porque sus poemas tienen casi un siglo y siguen teniendo vigencia, porque fue una mujer que se abrió paso a empujones en un mundo de hombres, que sobrevivió a puro talento y voluntad.
Alfonsina fue madre soltera a principios del siglo XX , y nunca reveló el nombre del papá de su hijo. Se la tildaba de inmoral por la vida que llevaba: criar a su pequeño no le impidió frecuentar las tertulias literarias de hombres, en las que poco a poco se fue reconociendo su talento de poeta.
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
No fuera más que aquello que nunca pudo ser,
No fuera más que algo vedado y reprimido
De familia en familia, de mujer en mujer.
De familia en familia, de mujer en mujer, eso denuncia este otro poema de Alfonsina. Todas tenemos alguna Alfonsina en la familia, y a veces más cerca de lo que pensamos. Pienso en historias como la de mi abuela, que cumplió fielmente con los postulados de hija, esposa y madre, pero que se plantó frente a mi abuelo cuando quiso sacar a sus hijas de la escuela, y le exigió que siguieran estudiando. Pienso en mi tía, la primera mujer universitaria de la familia, y en mi mamá, que desafió todas las convenciones para seguir su vocación de artista, y casarse con el hombre al que amaba, a pesar de la oposición de sus padres.

¿Qué hubiera sido de Alfonsina si hubiera nacido en nuestra época? Seguramente habría encontrado una sociedad más tolerante con sus derechos de mamá soltera, pero tendría que enfrentar los mismos obstáculos para sostener económicamente a su hijo.  Alfonsina se mantuvo gracias a la docencia y a otros trabajos mal pagos. En uno de ellos, ganó su puesto entre cien postulantes hombres, pero se le pagó la mitad del sueldo por el solo hecho de ser mujer. Una injusticia que cien años después las mujeres no hemos logrado superar. El llamado “techo de cristal” sigue aplastando a las mujeres.

Dicen que en los solares de mi gente,
medido estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
Las mujeres y el silencio, otra marca en este poema de Alfonsina. Y cuando pienso en silencio, en los secretos, en mujeres confinadas en sus casas, pienso también en las víctimas de femicidio, en las mujeres que padecen la violencia doméstica, en Wanda Taddei, en Marita Verón, en la nena entrerriana de 11 años que fue violada, embarazada y obligada a ser mamá, y en tantas otras voces silenciadas. Voces que en algún momento empezarán a levantarse como la de Alfonsina.

A veces en mi madre apuntaron antojos
De liberarse, pero se le subió a los ojos
Una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
Pienso que sin quererlo lo he libertado yo
Alfonsina encontró la redención a través de la escritura. Cada una de nosotras, con sus pequeños o grandes gestos cotidianos, seguimos peleando para encontrar nuestro lugar. Ganamos el derecho a votar, a estudiar, a trabajar, a armar nuestras familias como, cuando y con quien más nos guste. Hemos recorrido un largo camino, muchachas, pero todavía queda mucho por recorrer.