jueves, 24 de marzo de 2016

CUARENTA AÑOS

Columna radial de Silvina Quintans

Cuando venía a la radio en subte,  me emocioné al ver a tantos alumnos de la escuela secundaria, adolescentes,  familias con chicos yendo a la plaza a conmemorar el día de la memoria.

Gran parte de mi infancia y adolescencia pasó en esos tiempos y  muchas de estas cosas se las cuento ahora a mis hijos desde mi modesto lugar. Gotitas de una historia pequeña.

La fila en invierno en el patio de la escuela. Tomamos distancia, marchamos al aula, como soldaditos de sexto grado.

Tengo diez años y no entiendo cuando mamá me dice que no hable de política con nadie.

Una tarde descubro que la biblioteca de casa  tiene  doble fila, y hay libros que están forrados. ¿Qué querrá decir Pedagogía del oprimido?

Las canciones patrias tienen redoblantes y trompetas, suenan siempre como marchas militares.
El sonido cascado y la voz marcial de los comunicados en los altoparlantes.

En la escuela todos murmuran. Anoche unos militares entraron por la terraza a la casa de una compañerita. Querían llevarse al padre que es maestro. ¿Llevarse a un maestro?¿adonde?

Mamá  estudia Bellas Arres. Le cuenta en voz baja a una compañera que una profesora tuvo que esconderse en la casa de otra. Que la vinieron a buscar.

La directora del secundario, vestida como un militar en la puerta del colegio me envía de vuelta a casa porque dice que estoy despeinada y  las medias están bajas.

Mamá indignada porque mi hermano tuvo que pasar toda una fría mañana de invierno en el patio, el director dice que el pelo le toca el cuello de la camisa y eso es inadmisible.

El libro El Principito aparece forrado en la fila de atrás de la biblioteca.

Papá trae el disco doble de Evita de un viaje al exterior. Yo lo escondo. Me da vergüenza que mis compañeras piensen que es peronista.

No puedo creer que hayan prohibido The Wall, por suerte lo tengo en casa y lo escucho de un lado y de otro. Mamá se aturde, dice que baje esa porquería. No necesitamos educación, no necesitamos control del pensamiento, dice en inglés

Mamá esconde los discos de Mercedes Sosa.

La de historia le dice a una compañera:” Vos cállate que tu papá es una rata comunista”.

 Mi compañera me cuenta que su papá era profesor en ciencias exactas.  Me habla de la noche de los bastones largos.

A la manzana podrida hay que sacarla de raíz, dice otra profesora

La directora anuncia que invadimos las Malvinas. Estamos en guerra, dice. Los chicos que viajan a pelear son apenas un par de años más grandes que nosotras.

Los militares no quieren entregar el poder por el tema de los desaparecidos, se juega la  profesora de Instrucción Cívica. Nos explica quiénes son los desaparecidos y compara con los campos de concentración nazis. “Si, campos de concentración”, reafirma

Todas estas imágenes vienen a mi cabeza  cuarenta años después. La infancia, la adolescencia, y las atrocidades que conocímos  en  los juicios, en los dolorosos testimonios de sobrevivientes, los hijos y las valientes Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. 


Cuarenta años. Nunca Más. 

sábado, 12 de marzo de 2016

FLORES PARA MARITA

Texto: Silvina Quintans

A Marita su jefe le regaló un ramo de flores.

¡Feliz día de la mujer!, la felicitó con una sonrisa. Ella le devolvió la sonrisa y pensó en el aumento que pidió hace varios meses, cuando el propio jefe había reconocido que Pedro, su compañero de equipo, ganaba más que ella.

Mientras trataba de acomodar el enorme ramo de flores en su escritorio, Marita trató de sacar el tema del sueldo y el del ascenso que le habían prometido, y que siempre llegaba para otros compañeros, compinches del jefe a la hora de las bromas y palmadas en la espalda.

- ¡Pero Marita!, disfrute de su día, salga de compras, hay muchos descuentos hoy por su día. Aproveche y no se amargue hablando de cuestiones de trabajo.

Salió a la calle corriendo, sin saber qué hacer con semejante ramo de flores en el subte que a esa hora iba repleto. Se bajó en la estación Pasteur para buscar a su hijo que estaba por salir de la escuela. Mientras caminaba con pasos largos por Corrientes, un tipo al que no había visto ni vería nunca más en su vida le espeta:

- Mamita, ¿adónde vas tan apurada? ¡Te comería toda!

Marita acomodó el ramo de flores debajo de una axila y respondió al piropeador con el dedo mayor de la mano contraria.

- ¡Qué carácter, mamita! ¿Quién te pensás que sos? Si ni siquiera sos linda. No te doy ni un sábado de sequía  a las tres de la mañana.
Siguió caminando mientras se miraba de reojo en una vidriera: ¿Tan mal estaba?

Su hijo la esperaba en la puerta de la escuela con cara larga porque había llegado tarde. Se calzó la mochila de Tomás en un hombro, acomodó las flores en una mano y la vianda en otra.

En el camino pasaron a comprar un kilo de carne y unas verduras para la noche. La billetera adelgazaba y el jefe que se negaba a pagarle lo mismo que a sus compañeros.

Llegó a su casa, lavó los platos del desayuno, acomodó las camas que habían quedado sin hacer desde la mañana, puso las verduras a hervir y la carne en el horno.

Todo esto mientras Tomás le pedía ayuda con la tarea de lengua: no entendía la diferencia entre el objeto directo y el objeto indirecto, y ella, que la última vez que había escuchado hablar del tema había sido en la primaria, trataba de recordar mientras repasaba los muebles.

Las flores ¿dónde las iba a poner? Necesitaban agua, eran de tallo largo y no entraban en cualquier recipiente. Se acordó de un viejo florero que les habían regalado para el casamiento y que nunca habían podido estrenar. Lo lavó y acomodó los tallos como pudo.

En ese momento llegó su esposo, Mariano. Entró con una sonrisa y otro ramo de flores de tallo largo.

- ¡Hola Marita! ¡Feliz día de la mujer! ¡Qué olorcito! ¿Qué me preparaste hoy para comer? Vengo tan cansado, por suerte hoy dan el clásico... se ilusionó mientras se despanzurraba en el sofá.

Marita tuvo que cortar esta vez los tallos de las rosas para que entraran en un frasco porque no le quedaban más recipientes para tantas flores.