sábado, 12 de marzo de 2016

FLORES PARA MARITA

Texto: Silvina Quintans

A Marita su jefe le regaló un ramo de flores.

¡Feliz día de la mujer!, la felicitó con una sonrisa. Ella le devolvió la sonrisa y pensó en el aumento que pidió hace varios meses, cuando el propio jefe había reconocido que Pedro, su compañero de equipo, ganaba más que ella.

Mientras trataba de acomodar el enorme ramo de flores en su escritorio, Marita trató de sacar el tema del sueldo y el del ascenso que le habían prometido, y que siempre llegaba para otros compañeros, compinches del jefe a la hora de las bromas y palmadas en la espalda.

- ¡Pero Marita!, disfrute de su día, salga de compras, hay muchos descuentos hoy por su día. Aproveche y no se amargue hablando de cuestiones de trabajo.

Salió a la calle corriendo, sin saber qué hacer con semejante ramo de flores en el subte que a esa hora iba repleto. Se bajó en la estación Pasteur para buscar a su hijo que estaba por salir de la escuela. Mientras caminaba con pasos largos por Corrientes, un tipo al que no había visto ni vería nunca más en su vida le espeta:

- Mamita, ¿adónde vas tan apurada? ¡Te comería toda!

Marita acomodó el ramo de flores debajo de una axila y respondió al piropeador con el dedo mayor de la mano contraria.

- ¡Qué carácter, mamita! ¿Quién te pensás que sos? Si ni siquiera sos linda. No te doy ni un sábado de sequía  a las tres de la mañana.
Siguió caminando mientras se miraba de reojo en una vidriera: ¿Tan mal estaba?

Su hijo la esperaba en la puerta de la escuela con cara larga porque había llegado tarde. Se calzó la mochila de Tomás en un hombro, acomodó las flores en una mano y la vianda en otra.

En el camino pasaron a comprar un kilo de carne y unas verduras para la noche. La billetera adelgazaba y el jefe que se negaba a pagarle lo mismo que a sus compañeros.

Llegó a su casa, lavó los platos del desayuno, acomodó las camas que habían quedado sin hacer desde la mañana, puso las verduras a hervir y la carne en el horno.

Todo esto mientras Tomás le pedía ayuda con la tarea de lengua: no entendía la diferencia entre el objeto directo y el objeto indirecto, y ella, que la última vez que había escuchado hablar del tema había sido en la primaria, trataba de recordar mientras repasaba los muebles.

Las flores ¿dónde las iba a poner? Necesitaban agua, eran de tallo largo y no entraban en cualquier recipiente. Se acordó de un viejo florero que les habían regalado para el casamiento y que nunca habían podido estrenar. Lo lavó y acomodó los tallos como pudo.

En ese momento llegó su esposo, Mariano. Entró con una sonrisa y otro ramo de flores de tallo largo.

- ¡Hola Marita! ¡Feliz día de la mujer! ¡Qué olorcito! ¿Qué me preparaste hoy para comer? Vengo tan cansado, por suerte hoy dan el clásico... se ilusionó mientras se despanzurraba en el sofá.

Marita tuvo que cortar esta vez los tallos de las rosas para que entraran en un frasco porque no le quedaban más recipientes para tantas flores.


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