Texto y libros que esperan: Silvina Quintans
Hoy añadimos la palabra “procrastinar” al diccionario de la
cuarentena. Esta palabra que parece un trabalenguas se incorpora no solo en el
lenguaje sino, sobre todo, en la práctica. ¿Quién de nosotros no ha
procrastinado alguna vez durante la cuarentena?
El diccionario de la RAE define la palabra como diferir, aplazar.
La propia academia se encarga de decir que aunque resulte más fácil y suene
mejor decir procastinar, la forma correcta es procrastinar, del latín
'procrastinare': 'pro', adelante, y 'crastinus, el futuro.
Están quienes se proponen objetivos y los cumplen, y los que postergan(mos) y pasan(mos) el día rumiando
con culpa por lo que no hacen(mos). Y
así los(nos) agarra la noche con la culpa encima, trabajando a cuatro manos
para cumplir con sus (nuestros) compromisos.
Los procrastinadores se sienten solos, se reprochan el peor
de los pecados, mientras suponen que el
resto del mundo madruga y está siempre dispuesto. Por eso es todo un consuelo
que la canadiense Margaret Atwood,
autora de El cuento de la Criada, se haya reconocido como una procrastinadora
serial y haya revelado sus trucos para que no dejemos para mañana lo que
podemos hacer hoy.
Su primer consejo es ser amable con uno mismo. De acuerdo con sus
fuentes (no sabemos si confiables) un 20 porciento de la población suele
aplazar sus obligaciones de manera crónica. Take it easy o tomalo con calma, diría
Margaret, de nada sirven la culpa o la autoflagelación.
El segundo consejo es no juzgar nuestro trabajo antes de
haberlo empezado. Muchos procrastinadores no quieren comenzar el trabajo hasta
que estén seguros de que va a salir perfecto, el resultado es que nunca
empiezan. No soy vago, soy perfeccionista, se excusarán algunos. ¿Qué aconseja Margaret?.
“Come on, say something. (Avanza, di
algo). Es posible que no sea lo correcto, pero después puedes desecharlo y
nadie se va a enterar de esa estupidez que has escrito”
El tercer consejo es organizarse con anticipación, fijarse objetivos para que el yo del deber prevalezca
sobre el yo del querer, dominado por las emociones.
El cuarto es el más interesante: confeccionar una lista de
lo que no hay que hacer. Muchos se
activan con listas de deberes, pero Margaret sugiere que armemos la lista de
los no-deberes. A la cabeza de los mandamientos figura “Keep away from Twitter”a la hora de sentarse
a escribir
Todos estos consejos salen a la luz en plena cuarentena. Atwood sostiene que le dieron resultado para
encarar la escritura de su novela que había estado postergando durante tres
años. Decidida y alejada de cualquier distracción, inventó Gilead y escribió la
distopía que se convirtió en best seller. Nosotros, humildes acuarententados
procrastinadores que apenas nos
decidimos a encarar los estantes del placard, tal vez con estos consejos nos
animemos a redactar una modesta lista de supermercado. Por algo se empieza.