jueves, 11 de agosto de 2016

ARGENTINIDAD AL PALO – EL DIA DESPUES DEL ESCANDALO CORDERA

Columna de Silvina Quintans para Radio Continental.

Escuchar las reacciones que generaron las declaraciones de Gustavo Cordera ante un grupo de estudiantes de TEA enciende una luz de esperanza. Se empiezan a cuestionar temas silenciados, a desnaturalizar situaciones que pasaban desapercibidas. Lo de Cordera fue brutal, dejó crudamente expuesto algo que es la punta de un iceberg.

El rock siempre se presentó, al menos en el discurso, como un ámbito libertario. Sabemos que forma parte de una industria que no está separada del sistema al que critica. Pero aún con ese halo crítico, no puede despegarse de actitudes que parecen prehistóricas. Y lo mismo se puede decir del reggaetón, de la cumbia, del cuarteto, incluso del futbol. Uno lo escucha hablar a Cordera y parece un dinosaurio que sigue manteniendo prejuicios que atrasan y están fuera de época.

No es rebeldía, no es contracultural, es precámbrico. El machismo y la misoginia atrasan, porque contra hombres como Cordera surge un chico como Jonatan, que con valentía denunció el hecho en Facebook, o los miles de hombres que se sumaron a las marchas por la igualdad de género, o los hombres que nos acompañan cada día, que nos tratan como personas, nos escuchan, nos dan un lugar y no se les caen los anillos por asumir tareas que todavía se consideran de mujeres.

El machismo atrasa, y una muestra de eso es el rechazo masivo de las declaraciones de Cordera que parece un animal prehistórico herido, tambaleándose y tratando de sostener viejas consignas. Pero al mismo tiempo se escuchan denuncias como la que trascendió hoy de una estudiante que acusa a cinco hombres de haberla violado en un departamento al que había ido con uno de ellos. O el pedido de juicio oral para Alexis Zárate, el jugador de futbol acusado de violar a una joven mientras ella dormía con su novio, amigo del violador.

Hombres jóvenes que comparten aquellos códigos rancios según los cuales los machos se reparten las minas, las comparten, las señalan y después brindan mientras comentan sus “proezas”. A veces disfrazados de publicidades que invocan una supuesta complicidad masculina, otras disfrazados de camaradería, de espíritu de cuerpo frente a las minas.

Esta mañana escuchaba a una chica muy valiente que se animó a denunciar a un músico de rock que había abusado de ella durante años. ¿Cuántas veces se habla de forma despectiva de las “grouppies”? ¿Cuántas veces los muchachos –muchos de ellos ya no tan muchachos- se ufanan de sus “hazañas” incluso delante del público que festeja? ¿Cuántas veces se dice que la única motivación de los músicos es levantarse minitas? ¿Cuántas de esas minitas son tomadas y descartadas como si fueran objetos?¿Cuántas son menores de edad?


Queda un sabor agridulce después de todo lo que sucedió en las últimas 24 horas. El sabor dulce de la reacción casi unánime de los medios y de la sociedad en repudio de tanta misoginia. El sabor agrio de que sigue muriendo una mujer cada 30 horas, de que siguen existiendo violaciones y se sigue cuestionando a las víctimas, el sabor agrio de que todavía sigamos pidiendo por #NiUnaMenos.

Para quienes no hayan escuchado, aquí van las declaraciones de Cordera


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