viernes, 29 de julio de 2016

CON AMIGOS ASÍ... (A propósito del "boludeo" y de las campañas publicitarias por el "Mes del Amigo"

Columna de Silvina Quintans para Radio Continental.

Hoy es el último día de lo que algunos, empeñados en estirar los réditos económicos del 20 de julio, han dado en llamar “Mes del amigo”.

La definición de amigo fue cambiando con los años. Y así como las redes sociales modificaron el concepto, la publicidad llevó la definición a límites que jamás hubiéramos sospechado.

¿Podríamos llamar amigo a alguien que te baja del auto y te larga a pata a la madrugada en la soledad de la Costanera?¿O a un grupo de sádicos que te atan a un poste, te arrancan los pelos del pecho de raíz, y después se mandan a mudar dejándote ahí atado?

Parece que sí, porque según la propaganda de una bebida alcohólica “donde hay amigos, hay boludeo”. Así que a respirar hondo, bancársela y sonreir.

Y eso no es todo: en la misma línea, otra publicidad de un servicio de internet,  tiene como protagonista a un joven bromista  que, según él mismo asume, a veces se pone pesado. Este muchacho tiene la feliz idea de  ridiculizar a un “amigo” excedido de peso viralizándolo en las redes sociales con la cola de una ballena. Si alguien quería saber de qué se trata el cyberbullying, esta propaganda lo ilustra. Y para que quede bien claro, se ve luego a un grupete de chicos de escuela primaria riéndose a carcajadas de la imagen trucada del gordito. Pero, se entiende que todo vale porque son amigos, o, como dice más adelante,  “no nos reimos de vos sino con vos”

El bromista sigue con su carrera desenfrenada de provocaciones y a otro lo hace pelearse con la novia para que se pueda juntar con los muchachos.

Un paréntesis aquí: para estas propagandas el Dia del Amigo parece ser patrimonio exclusivo de estos grupos de amigotes. La única presencia femenina es la de esta mujer desquiciada que destruye a palazos una tablet porque el muchacho se quiere juntar con sus amigos, como si ella no tuviera vida propia y viviera obsesionada con retenerlo a sol y a sombra. Se sabe que las mujeres somos brujas, no tenemos amigas, vivimos pendientes de cada paso de nuestro hombre, carecemos de sentido del humor y no somos capaces de comprender los sutiles códigos del “boludeo”.

Si quedara alguna duda sobre la intención de estas campañas, aquí va la voz autorizada de los “creativos” (dicho esto sin ironía) que idearon una de ellas: “Creemos que un amigo es quien te da un corto en la nuca, es quien cita constantemente a tu hermana, remarca al máximo tus defectos físicos y se lleva una sonrisa a cambio. Ser amigo de alguien es poder explotar toda la impunidad que te da la confianza”,

Y ahí viene el slogan: “Si hay amigos, hay boludeo”, o, si se quiere ser más preciso,  “si hay amigos, hay bullying”.


Yo paso, gracias, para amigos así, prefiero una tarjeta con una frase cursi, un oso de peluche o la vieja publicidad de los 80 en la que aparecía un grupo de amigos y amigas tocando el piano, cantando, soñando. “Mis amigos son unos bolas, pero son mis amigos”, decía el remate.




lunes, 25 de julio de 2016

Dormir en la vereda

Texto: Silvina Quintans

Desocupados, Antonio Berni, 1934
A Ramón se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de Carolina.

-          Soy de lágrima fácil –se disculpa-. Ella, en cambio, no llora nunca.

Ella lo mira, en silencio, sus ojos fuertes sostienen la mirada. Dice que no sabe llorar, que no le sale como a él. Acaba de salir de la carpa improvisada en la Plaza del Congreso donde se resguardan del frío y guardan sus pocas pertenencias.  Julieta[i], de un año y medio, sonríe y se agarra de la pierna de su mamá.

-          Con Carolina pasamos muchas cosas juntos, es una compañera de oro. Yo no estaría aquí si no fuera por ella. Cuando vivíamos en el Chaco a veces no teníamos para comer, pero siempre salíamos adelante. Todavía no teníamos a los chicos, soñábamos con tener esta familia. Allí no había trabajo y decidimos venir a Buenos Aires. Ella siempre me dio fuerza, es optimista, yo soy un poco llorón.

El frío aprieta en esta noche de mayo frente al edificio del Congreso, donde se debaten las leyes y el destino del país. 

-          Nos quisieron llevar debajo de la autopista, no querían que la gente nos viera. Afeamos el paisaje,  pero no tenemos dónde ir. Aquí por lo menos estamos más seguros.

Ramón y Carolina se instalaron con su familia en la plaza hace un par de meses, cuando cerró el restaurante donde él trabajaba de parrillero. El se quedó sin sueldo y sin plata para pagar el hotel donde vivían. Les cobraban $ 8500 por un par de habitaciones sin baño ni cocina. El doble de lo que costaría el alquiler de un departamento. Sin sueldo ni garantías, de un día para otro quedaron en la calle.

-          Nunca pensé que estaría en esta situación. La gente que critica a aquellos que viven en la calle no tiene idea de lo que es no tener un baño, una comida caliente, abrigo, una cama. Aquí yo me despierto varias veces durante la noche porque tengo miedo de que vengan a robarnos. El frío tampoco permite dormir.

Los días son difíciles en la intemperie.  Les tocaron semanas enteras de lluvia: humedad en el suelo,  en las frazadas, en las entrañas. La ropa mojada, una constelación de objetos transpirados.
Sus hijos, salvo la beba, nunca dejaron de ir al colegio.  Bien peinados y con ropa limpia, nadie sospecha que viven en situación de calle. Los chicos rogaron a sus padres que no avisen en la escuela lo que están viviendo.

-          Ud. sabe cómo son los pibes, se burlan de los que tienen la piel oscura, son extranjeros o les falta plata. Ni hablar si vivís en la calle. Por eso prefirieron no decir nada.

Ramiro está en primer año y según su papá “pinta para genio”. El sonríe con timidez mientras sostiene en brazos a la beba y juega con ella. Martina, la de 9, adora leer. Va guardando todos los libros que le regala la gente adentro de una mochilita, y prometió que cuando tengan una casa va a armar una biblioteca para tenerlos a mano. La mayor tiene quince, nunca descuidó los estudios, aunque también ayuda con el cuidado de la beba.

-          Yo estoy muy orgulloso de mi familia, es lo más valioso que tengo. Nos mantenemos unidos.  Para mí lo más importante es que no pierdan la educación. Van a jornada simple a la escuela porque también quiero que pasen tiempo con nosotros.  Veo que hay gente que deja a sus hijos en la puerta por la mañana y los buscan a las cinco de la tarde. Nosotros pasamos tiempo con ellos, revisamos la tarea, conversamos, los acompañamos. Aun en estas circunstancias, nunca dejamos de comer juntos.

Las pertenencias de Ramón, Carolina y sus hijos caben en una especie de iglú hecho con bolsas de plástico.  El nos cuenta que adentro tiene un mueblecito que compró para mirar televisión.  Es una de las pocas cosas que le quedan de cuando tenía un hogar, y lo guarda para cuando vuelva a estar bajo techo.  La humedad fue corroyendo todo lo demás, incluso la ropa que quedaba dentro de una valija.
.- No acepto dinero de nadie. Solo quiero volver a trabajar

Un canal de televisión contó la historia hace unos días. Su carpa y el drama de su familia, que hasta entonces parecían invisibles, se corporizaron como si hubieran sido tocados por una varita mágica.  En pocas horas empezó a llegar la ayuda.  Y allí estábamos un grupo de madres del colegio de mi hijo, conmovidas por la historia que habíamos visto en televisión, dispuestas a ayudar en lo que necesitaran. Mientras charlábamos en la puerta de la carpa, varias personas se acercaron con la misma idea. Una mujer llegó en bicicleta con hojas de carpeta para la escuela. Otra acercó una bolsa con ropa de marca. “Ramón, vi su historia en televisión, Ud. es un gran ejemplo para sus hijos”, le dice antes de volver al auto último modelo mal estacionado. Según nos cuentan, una mujer se ofreció para dar clases particulares de francés a Ramiro, porque es la materia que más le cuesta.

Un chico con gorra y ropa deportiva se queda junto a la carpa. “Vengo a darle ánimo a la familia, yo también viví desde chico en situación de calle y me duele verlos así a ellos”

Apenas se emitió el informe, el sindicato gastronómico le ofreció trabajo a Ramón en su oficio y   consiguió un hotel para la familia. Una documentalista de la cadena Al Jazeera gestionó el dinero para el depósito de un departamento, y el sindicato se ofreció a otorgar la garantía.

Ramón nos recibe con todas estas buenas noticias, es su último día en la calle y está feliz de volver a trabajar. Se queja de la desidia de las autoridades, habla de los diputados y senadores que transitaron cada día a su lado sin mirarlo, de la solidaridad de la gente que se acerca desde que salió el informe en televisión.

Le preguntamos si necesita algo más. Carolina pide ropa para los chicos, pañales para Julieta, libros para la biblioteca que algún día armará Martina. Le cuesta pedir y recalca varias veces que no aceptan dinero. Ramón, ojos abrillantados,  nos dice que también necesita algo. Se acerca a cada una de nosotras y nos da un abrazo cargado de lágrimas. “Gracias por no dejarnos solos”, murmura.

A pocos metros de Ramón, otra carpa aloja a María Schoo, Licenciada en Historia del Arte y restauradora, que también quedó  en la calle con su marido contador público.  Al otro lado de la plaza, otras familias acampan junto a sus hijos que llegan de cartonear.  Todos ellos invisibles, la televisión tal vez nunca pase por allí.  [ii]





[i] Los nombres de todos los niños fueron modificados.

[ii] Según el informe presentado en mayo por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el 32,5% de los argentinos es pobre. En los últimos meses cayeron en la indigencia 315.000 personas y se sumaron 1.400.000 nuevos pobres.
Unicef presentó hace pocas semanas su primer informe multidimensional de pobreza infantil.  En diciembre de 2015 el 30% de los niños nacidos en el país eran pobres.  Esto se traduce en cuatro millones de niños, de los cuales 350 mil están en situación de pobreza extrema.

sábado, 9 de julio de 2016

BICENTENARIO



Columna de Silvina Quintans para Radio Continental

  Foto tomada de http://veronicamartorell.blogspot.com.ar
 En la película La Terminal,  Tom Hanks pasa meses sin poder salir del aeropuerto porque el país del que proviene desaparece por una revolución y su pasaporte pasa a ser papel pintado. Tom Hanks es lo que técnicamente se llama un apátrida y que la ONU define como  “cualquier persona a la que ningún Estado considera destinataria de la aplicación de su legislación.”

Una definición fría y técnica, pero que tiene efectos devastadores sobre 10 millones de personas en el mundo. Cada diez minutos nace un niño sin nacionalidad.

Un apátrida no puede viajar de un país a otro porque no tiene pasaporte. No puede votar. En muchos casos se les niega el acceso a la salud, a la educación, a la seguridad social o a la jubilación. No consiguen un trabajo estable y legal. 

Hace muy poco hablábamos aquí de la cantidad de indocumentados que existen en nuestro país. Gente que nació aquí, que pertenece a esta patria, pero que por distintas razones no accedió a su documentación, una situación comparable a la del apátrida,  en un estado que debería conceder los derechos de ciudadanía a todos los que nacen en él.  

La palabra “apátrida” nos hace pensar en la falta de patria. Y tal vez sea la primera forma de abordar una palabra que ha sido bastardeada muchas veces, utilizada de manera solemne, brutal o demagógica. Una palabra de la que abusaron, por ejemplo, los gobiernos militares. Cuando uno piensa en su negación, en la ausencia de patria,  en la situación del “apátrida”, toma conciencia del sentido de pertenencia y de los derechos que implica, aunque en muchos casos no se cumplan. 

Esta mañana me tomé el trabajo de buscar la palabra “patria” en el diccionario de la RAE. 1. f. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.  

Esta última dimensión, la afectiva, es la que vibra en cada uno y la más difícil de definir. Porque en ese punto, el afectivo, cada uno habrá armado su propia patria. Para mí, allí está la mirada vidriosa de mi abuelo español cada vez que yo rendía un examen en la facultad, el orgullo por haber migrado a un país que le permitió a su nieta terminar la universidad, la patria está también en esa visión de la Cordillera que aparece de golpe cuando uno viene de horas de andar por las llanuras.  La idea de que uno se aleja un poco de la ciudad y lo esperan esas extensiones infinitas de tierra y de horizonte. La solidaridad, las puertas abiertas, las charlas de café, los amigos, la familia, el afecto, todo eso para mí es la patria, o debería serlo. 

Como dice Borges: “Nadie es la patria, pero todos lo somos”. 

Y hay otra cita que me gusta mucho y que suelo recordar en estas fechas. Pertenece al escritor argentino Federico Jeanmaire, de un libro que se llama, precisamente, La Patria.

“A pesar de tantas porquerías que se han hecho a partir de su mal uso. Me gusta, todavía hoy, esta noche, la palabra patria. Me parece necesaria a la hora de unir algunas cuestiones. Imprescindible, casi (…). Estoy convencido de que se trata de algunas cosas, apenas, muy pocas, pero al mismo tiempo insustituibles. Cosas que llevamos clavadas, guardadas, amontonadas entre los pliegues del cuerpo. Y que se llevan con uno, siempre. A cualquier parte. A todas partes.”