lunes, 5 de junio de 2017

Crónica de la Marcha de las Mujeres de Nueva York

Texto y fotos: Silvina Quintans

Crónica publicada en la edición febrero 2017 de Damiselas en Apuros


El 20 de enero de 2017 el azar quiso que estuviera en New York de vacaciones. Llegamos con mi esposo y con mis hijos adolescentes una semana antes de la inauguración[i] del gobierno de Donald Trump.  Era el reencuentro con la ciudad que conocí hace muchos años, cuando vivía en un pueblo cercano, y la visitaba cada fin de semana. En las avenidas y calles de Manhattan de aquellos tiempos convivían los ricos con los homeless, los vidrios con el ladrillo, los velos con los crucifijos, los turbantes con los kipás. En Wall Street los hombres ostentaban sus  trajes de marca, mientras las mujeres acompañaban los tailleurs con zoquetes y zapatillas. Extrovertida y caleidoscópica, New York era la ciudad de las mil culturas, de las hipérboles, de los contrastes. Una ciudad cuya identidad estaba, precisamente, en lo diverso.


Un cuarto de siglo después intento transmitir esa fascinación a mis hijos. Me encuentro con su atmósfera contradictoria  y multicultural, pero contaminada por el miedo post 11 S que impone policías, scanners e interminables revisaciones para entrar a cada atracción turística. Una ciudad que palpita entre el ritmo cosmopolita de sus habitantes y el manto de sospecha que algunos colocan sobre lo que consideran “extranjero”, aunque el calificativo sea inseparable de su esencia.

Conservar esa identidad diversa en la era Trump parece ser el desafío. A medida que se acercaba la fecha de la inauguración, las consignas se multiplicaban: NOT MY PRESIDENT, decían los pins que vendían dos neoyorkinos indignados frente a la Trump Tower; FIGHT TRUMP EVERYDAY[ii] exhortaba un corazón pintado con tiza en una esquina de Bleecker Street; ERES BIENVENIDO AQUÍ, recibía un gran cartel en español a los visitantes del Highline  –moderno y chic paseo al aire libre- cuyo texto abogaba por la diversidad y manifestaba preocupación “por las palabras y acciones maliciosas que estamos presenciando en todo el país”.

En cada esquina brotaba una protesta, pero si hubo un evento que despabiló a la ciudad cosmopolita, libertaria y plural  fue la Marcha de las Mujeres del 21 de enero, cuya principal convocatoria fue en Washington, pero que se replicó en distintas ciudades del país. En New York la marcha comenzaría a las 11 en Dag Hammarskjold Plaza, a pasos de la sede de la ONU, se dirigiría  a la calle 42,´para luego doblar por la 5ta Avenida hasta llegar a la Trump Tower. 

El dilema familiar se planteó temprano: ¿continuábamos con nuestro plan de visitas a las atracciones  o nos sumábamos a la marcha?.  Decidí dejar que mi cónyuge e hijos enfilaran hacia los sitios turísticos,  y seguí desde el hotel a la tupida multitud de mujeres con gorros rosados que avanzaba por las calles.
 
Nasty women




Son las 11 y no cabe un alfiler en la plaza. Tal vez sea simbólico que estemos enfrente de la ONU: inmigrantes de todas las latitudes se suman al reclamo de las mujeres. La convocatoria realizada por Women’s March  es amplia e incluye, además de derechos de las mujeres, los de personas con discapacidad, inmigrantes, minorías, trabajadores y la protección del medioambiente.

La marcha abarca gente de distintas edades, etnias, religiones y orientación sexual, que porta pancartas con diferentes consignas.  Cada cartel es una declaración de principios, una forma de expresión, la presencia de la palabra. Los hay más o menos modestos, ingeniosos, humorísticos, feroces, sutiles, soeces. Siempre creativos, siempre artesanales.

 NASTY WOMAN[iii] es una de las expresiones más recurrentes. La frase hace referencia a un insulto que profirió en la campaña Donald Trump a Hillary Clinton a falta de mejores argumentos. Las mujeres resignificaron el insulto y lo convirtieron en una bandera. Todas somos nasty women.

La otra palabra que ganó los carteles fue “pussy” en su significado más coloquial: concha. Otra referencia a palabras de Trump, que en un audio de 2005 difundido durante la campaña fanfarroneaba frente a un periodista: "«Cuando eres una estrella, te permiten hacer lo que quieras.  Agarrarlas por la concha (grab their pussy)». La expresión causó repudio generalizado, resucitó una ola acusaciones por acoso sexual contra el magnate,  y fue la gota que rebalsó el vaso para las organizaciones que venían observando la actitud de desprecio por las mujeres del candidato.


Durante la campaña, Trump había descalificado a Megyn Kelly, moderadora del primer debate republicano, con una grosera referencia a su ciclo menstrual:   "le salía sangre de su… donde sea". En el segundo debate embistió contra Carly Fiorina, única candidata mujer por su partido: “Mira esa cara ¿puede alguien votar por eso?”, le espetó. Durante los años en que fue propietario del concurso Miss Universo –del que tuvo que alejarse luego de sus declaraciones xenófobas-, presionaba a la ex ganadora del certamen Alicia Machado para que bajara de peso llamándola “Miss Piggy”. Gordas, feas, perras, cerdas son algunas de las palabras que fue sembrando en su participación en los medios.  

La misoginia llevó a las mujeres a convocar a una marcha de repudio un día después de su asunción. Pero más allá de sus declaraciones, las promesas de Trump auguran un retroceso en los derechos ganados por las mujeres durante de décadas de lucha. WOMEN’S RIGHTS ARE HUMAN RIGHTS (Los derechos de las mujeres son derechos humanos)[iv], recordaban las pancartas durante la marcha.

La designación de jueces conservadores en la Corte Suprema de Justicia podría dar marcha atrás con el histórico fallo Roe vs. Wade, que en 1973 reconoció el derecho al aborto. Trump también afirmó durante la campaña que restringiría el programa Planned Parenthood[v] si continuaban realizándose abortos en sus instalaciones. Se trata de una red nacional de clínicas de salud femenina y planificación familiar que ofrece a poblaciones vulnerables -además de abortos legales que son un ínfimo porcentaje-,  exámenes ginecológicos y tratamientos para enfermedades de transmisión sexual. La restricción presupuestaria afectaría gravemente la salud de las mujeres beneficiadas por el programa[vi].

Trump prometió también terminar con el Obamacare, el sistema de salud pública, que, entre otras cosas, abarca la cobertura del control de natalidad.

Tampoco el derecho a la igualdad salarial o los derechos laborales forman parte de las prioridades de Trump, que en algún momento afirmó: “un embarazo es una cosa maravillosa para la mujer y para el marido, pero es un inconveniente para una empresa.”

Todas estas razones hicieron que, como en las épicas marchas de los setenta, las mujeres volvieran a salir a la calle a luchar por sus derechos. Uno de los carteles más celebrados en esta marcha reproducía la frase: I CAN’T BELIEVE I STILL HAVE TO PROTEST THIS SHIT[vii] (No puedo creer que todavía tenga que protestar por esta mierda)

Demasiados problemas para un cartel

Estamos apelmazados pero somos solidarios, sonreímos cuando pisamos a otro, pedimos disculpas por ocupar su espacio vital, avanzamos con cuidado por donde podemos. Pasan las horas, estoy atascada en la plaza Dag Hammarskjold, y me dedico a escudriñar mi limitado horizonte visual.

Un hombre lleva un bebé en una mochila; el bebé queda cada vez más apretado entre la espalda de su padre y la multitud. Llora desconsoladamente, la mamá se para de frente y le canta, trata de armar un micromundo entre tanta gente. Aguantan así durante una media hora hasta que un policía los autoriza a que pasen a través de una valla y se alejen hacia algún lugar más aireado. Detrás de mí hay otros dos bebés en un cochecito doble que custodia su papá, cada uno lleva un cartel: PASEO CON MI PAPA (la nena), IGUALDAD DE DERECHOS PARA MI HERMANA (el nene). Los padres que participan en la marcha se ocupan de los niños, acompañan a las mujeres, muestran que ellos también participan de las tareas de cuidado. 

Los chicos marcan presencia a lo largo de toda la marcha. Más adelante encontraré una nena que lleva un cartel multicolor: I’M INTERESTED IN HUMAN RIGHTS AND I VOTE IN 2028 (Me interesan los derechos humanos y voy a votar en 2028). Un nene de ascendencia oriental cuelga una cartulina con la leyenda: FUTURE AGAINST HATE (El futuro contra el odio). Otra nena sostiene su pancarta con el texto BLACK LIVES MATTER (Las vidas negras importan), emblema del movimiento contra la violencia racial que surgió en 2013 luego del asesinato del joven negro Trayvon Martin en manos de la policía.


Desde mi rinconcito escucho a un grupo de mujeres mayores que rememora las antiguas luchas de los años 70. Una de ellas increpa al policía que contiene a la multitud detrás de un vallado, y le advierte que si no libera la zona, la gente se va a descomponer. Aparece entonces una organizadora con chaleco fosforescente del  lado envidiable de la valla,  y admite que el evento se les fue de las manos, que hay muchísima más gente de la que estaba programada, y que no avanzamos porque todas las calles están saturadas. La gente empieza a corear “que empiece la marcha ya”, pero no hay caso.  

El policía nos explica amablemente que no se puede avanzar, pero autoriza a salir a quienes lo deseen, siempre que caminen en sentido contrario al que debería circular la marcha. Las mujeres mayores se retiran. Quedo apretada contra el vallado, sorprendida por la falta de organización. Espero más de una hora allí hasta que decido salir aunque tenga que retroceder. Inesperadamente termino en una zona destinada a fotógrafos y periodistas, por la que circulo libremente durante más de una hora, hasta que un policía poco simpático me echa por carecer de credencial. Hasta que eso sucede, saco cientos de fotos de las orgullosas portadoras de carteles:

GIRLS JUST WANNA HAVE FUNDAMENTAL RIGHTS[viii] (Las chicas solo quieren derechos fundamentales)

RAISING A SON WHO RESPECTS WOMEN (Criando un hijo que respeta a las mujeres)


I MARCH 4 MY DAUGHTERS (Marcho por mis hijas, dice el cartel que sostiene un hombre negro)

FIGHT BACK (algo así como “Peleala”, junto al dibujo de una mujer de los años 50 sacando músculo)

MI ABUELO HAS DONE MORE FOR THIS COUNTRY THAN TRUMP EVER WILL  (Mi abuelo hizo más por este país de lo que alguna vez hará Trump  – Letras dibujadas sobre una bandera americana) 

LATINA AND PROUD (Latina y orgullosa)

THIS WOMAN’S PLACE IS IN REVOLUTION (El lugar de esta mujer es la revolución)

I AM NO LONGER ACCEPTING THE THINGS I CANNOT CHANGE. I AM CHANGING THE THINGS I CANNOT ACCEPT.  (No acepto más las cosas que no puedo cambiar, cambio las cosas que no puedo aceptar, frase de la famosa feminista afroamericana Angela Davis)


FREE MELANIA (Liberen a Melania)

REAL MEN SHARE POWER (Los hombres verdaderos comparten el poder, sostiene la pancarta de un hombre)

PROUD NASTY MOM MARCHING WITH NASTY DAUGHTER (Madre nasty orgullosa marchando con su nasty hija, el cartel lo sostiene la madre) - MY MOM RAISED A NASTY WOMAN (Mi madre crió una nasty woman, este cartel lo sostiene la hija adolescente que marcha del brazo de la mamá del cartel anterior)

WAKE ME FROM THIS NIGHTMARE (Despiértenme de esta pesadilla, dice el cartel del hombre gay con pussyhat)

TOO MANY PROBLEMS FOR ONLY ONE SIGN (Demasiados problemas para un solo cartel, sintetiza la pancarta de un chico)

A diferencia de nuestras marchas, los carteles son todos diferentes y hay pocas consignas fijas. No hay organizaciones con banderas políticas, sindicales o sociales. No hay bombos, cánticos ni micros escolares. Extraño las melodías y las voces desafinadas que suelen poner ritmo desde los megáfonos. El hambre aprieta y nadie vende choripán, gaseosas o souvenires.  Tampoco encuentro un alma caritativa que me venda el emblema de la marcha: el pussyhat. Muero por calzarme uno.

Gatos y gorros

La palabra pussy que Trump utilizó con tanta liviandad dio lugar al símbolo distintivo de la marcha: el pussyhat. Estos gorros rosados con orejas de gato formaron una marea en la Marcha de Washington. Muchas mujeres y hombres también los llevaron en NYC, aunque en menor número. El Pussyhat Project fue creado por dos emprendedoras californianas: la guionista Krista Suh y la  arquitecta Jayna Zweiman. El proyecto consistía en tejer a mano todos los sombreros rosados que fuera posible como marca de presencia, identidad y lucha.

 Una página de internet facilitaba los moldes con los que se confeccionaron más de sesenta mil sombreros que lucieron las tejedoras o regalaron a quienes asistieran a la marcha.  Durante meses grupos de mujeres se reunieron para tejer como forma de revalorizar el trabajo manual y la solidaridad.

THIS PUSSY EATS RESPECT (Esta pussy se alimenta con respeto), posa para mi cámara una chica abrigada con su pussyhat rosa bebé.

El Pussy Hat recicla dos elementos relacionados con las mujeres y muchas veces menospreciados: el tejido y el color rosa, que se convierten en símbolo de fuerza. Pero el concepto que subyace detrás de los gorros y de la tácita empatía que reina en la marcha es el de sisterhood, hermandad o sororidad. Mujeres que se unen, que se ayudan y comprenden, que luchan juntas por sus derechos.
Sigo buscando un pussyhat para lucir en la marcha. La consigna es que sea artesanal y gratuito, así que nadie se anima a lucrar con él.  Nadie los vende.

Atardece. Llevo más de seis horas inmersa en la marcha, estoy hambrienta y tengo frío. Desvío por una calle lateral para volver al hotel. Dos chicas extienden unos cartones en una vereda solitaria. Se inclinan sobre el suelo y dibujan sus consignas con marcadores rosados y violetas.  Un hombre les toma fotos, pero a ellas no les importa: están muy concentradas en la pintura de los carteles.

 A pocos metros de donde pintan, sobre la 5ta Avenida, la marcha es ruidosa y colorida, como si corriera una primavera a destiempo entre tanto gris invernal. La avenida es un río de aguas rosadas que fluye entre el cemento. Pero aquí, a  pocos metros, donde las chicas pintan sus carteles, queda el gris del invierno. Les pido prestado un marcador para improvisar mi propio cartel. Atravieso la marcha de regreso al hotel y levanto con orgullo mi pancarta:  #NiUnaMenos.











[i]  Inauguration day es el término que utilizan los estadounidenses para el día de la asunción del mando
[ii] “Lucha contra Trump todos los días”
[iii] “Mujer horrible”
[iv] “Women’s rights are human rights”
[vi] Apenas dos días después de la marcha, Trump firmó una orden ejecutiva restringiendo los fondos estatales a organizaciones que realizaran abortos, entre ellas, Planned Parenthood.
[vii] “No puedo creer que todavía deba protestar por esta mierda”. Esta consigna también fue utilizada en las marchas Black Lives Matter en 2013 y en la huelga del Lunes Negro en Polonia, en octubre de 2016.
[viii] Las chicas solo quieren derechos fundamentales – juego de palabras con el título de la canción  Las chicas solo quieren divertirse (Girls just wanna have fun) hit de Cindy Lauper en los años 80

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