domingo, 4 de junio de 2017

Historias desobedientes en la marcha #NiUnaMenos

Texto y fotos: Silvina Quintans


A las cuatro de la tarde la esquina de Rivadavia y Entre Rios hierve de consignas, cintas violetas, cantos, bombos, carteles pintados de #NiUnaMenos. Una nena intenta pegar un dibujo sobre la reja del Congreso, un viejito solitario se para sobre un balde con un cartel en nombre de los jubilados, una chica enarbola el reclamo por la lucha de las mujeres kurdas, las Mumalá avanzan con sus ramilletes de globos negros.

En el tumulto un grupo minúsculo de mujeres levanta su cartel.

HISTORIAS DESOBEDIENTES
30 Mil motivos
HIJAS E HIJOS DE GENOCIDAS
Por la memoria, la verdad y la justicia

Seis mujeres al borde del llanto, temblorosas pero firmes, se plantan en la esquina. La gente no tarda en reaccionar: las rodean, les preguntan, las abrazan. La historia tomó fuerza hace un par de semanas,  cuando Mariana D.,  hija del represor Miguel Etchecolatz, concedió una extensa entrevista a la Revista Anfibia en la que contaba que había decidido cambiar su apellido porque, según sus palabras, “nada emparenta mi ser a este genocida”.

A la historia de Mariana siguieron las de otras hijas de represores de la última dictadura cívico militar.  Analía Kalinec es la hija de Eduardo Emilio Kalinec, juzgado por participar en interrogatorios y tormentos en los centros clandestinos de detención El Atlético, Banco y El Olimpo. “Es muy duro saber que mi papá empuñaba una picana con las mismas manos con las que me tocaba. Y que la misma voz que me sigue diciendo que me quiere es la que dio orden de muerte y de tortura. ¿Cómo puedo hacer para unir en la misma persona a mi papá y al Doctor K?”, se preguntaba Analía en una carta.

Erika Lederer  es hija del segundo jefe de la maternidad clandestina del Hospital Militar de Campo de Mayo, y también rescató su historia: “recuerdo el no poder hablar, los golpes, la vergüenza, los textos prohibidos, las películas vedadas y, principalmente, lo mal fundado de los argumentos por los cuales habría uno de creer que su visión de la historia era la correcta. Creo que todo ello fue deslegitimando la figura paterna y me permitió interpelarlo e interpelarme”, relataba en un reportaje.

Ayer en la marcha, Erika lucía emocionada y decidida. Era la primera aparición pública de un grupo que va sumando voces a través de una página de Facebook: Historias Desobedientes y con faltas de ortografía. Erika nos cuenta que es muy difícil romper el pacto de silencio que reina en las familias, hasta ahora son apenas seis las mujeres que desandan su historia para compartirla,  y según anticipa se acaban de sumar dos más.

Estas son las mujeres que hoy, 3 de junio de 2017, levantan su bandera en la esquina del Congreso. Estos son los motivos por los que, según declaran en su página de Facebook, se unieron a la marcha:  “nuestros cuerpos fueron ayer y hoy presa del terror y las violencias, por las mujeres que dan el primer paso en las luchas, por las que no están, por todas las que queremos estar vivas y vivir tranquilas en una sociedad libre, las Hijas de Genocidas nos unimos mañana a la Marcha por #NiUnaMenos. #VivasNosQueremos. #MemoriaVerdadyJusticia”

Si pudiera llevarme una postal de la marcha de ayer contra la violencia de género, llevaría la imagen de estas mujeres, y el momento inolvidable en el que una multitud se paró frente a ellas y las aplaudió sin pausa durante varios minutos.


“Gracias por apoyarnos –dijo una con lágrimas en los ojos- no es sencillo para nosotras y necesitamos este abrazo”.  La marcha suma voces desobedientes, valientes y necesarias.


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