domingo, 27 de agosto de 2017

Sexo e inteligencia artificial

UN MUNDO SIN MUJERES

Muñecas, maniquís, ginoides y sistemas operativos

Texto: Silvina Quintans


Todas las mañanas cuando voy al trabajo paso por una lencería escondida en un pasaje del microcentro. La vendedora es una mujer sesentona de pelo corto y canoso que usa  anteojos de marco grueso sobre la punta de la nariz. Cada día monta una meticulosa escenografía frente al local, en el pasillo de la galería. Un maniquí femenino de curvas prominentes en un cuerpo esquelético recrea las fantasías de los oficinistas: la mucamita, la enfermera, la colegiala, la tigresa, y otros clichés de la lencería erótica.  Cada tanto algún grupo de hombres se para frente a la muñeca y alardea sobre supuestas hazañas con sus amantes. Todos miran el montaje, pero jamás vi a nadie comprando en el local.

La escena me recuerda la letra de una canción de Joan Manuel Serrat[i] que mi mamá solía escuchar a todo volumen cuando yo era chica: “Era la gloria vestida de tul/con la mirada lejana y azul/que sonreía en un escaparate/con la boquita menuda y granate”. Mi mamá admiraba la imaginación de su cantautor preferido que se ponía en la piel de un hombre que se enamora de una mujer-maniquí, rompe la vidriera, se la lleva a su casa, baila con ella hasta que la policía acaba con tanta felicidad y lo encierra en un manicomio.

El protagonista de la canción destaca las virtudes de su amada: “limpia y bonita siempre iba a la moda/arregladita como pa’ir de boda”.  Y su paciencia: “Ella esperaba en su vitrina verme doblar aquella esquina, como una novia./como un pajarillo, pidiendome liberame, liberame/ y huyamos a escribir la historia...” 

 ¿Por qué recuerdo esta canción cuando paso por la vidriera rumbo al trabajo? Las escenas no podrían ser más diferentes: la mujer-maniquí de la galería provoca con lencería erótica, la de la canción, en cambio, espera con la inocencia de la novia vestida de tul.  Pero ambas se convierten en objeto de deseo inanimado, formas sin voluntad ni destino propio, dispuestas allí para satisfacer a los transeúntes. La puta y la novia como dos caras de la misma fantasía. Hay una ilusión de “mujer perfecta” detrás de ambas figuras, un concepto ligado a parámetros cambiantes de belleza física, a la sumisión, la complacencia y el silencio.  



Según los griegos, Pigmalión, rey de Chipre, andaba en busca de la mujer perfecta para casarse, pero no la pudo encontrar. Para compensar semejante vacío comenzó a esculpir figuras femeninas, hasta que  quedó prendado de su propia creación llamada Galatea.  Al hombre no le alcanzaba con una mujer de mármol,  y le pidió a la diosa Afrodita que la convirtiera en una mujer de carne y hueso creada a imagen y semejanza de su deseo.

Así describe el poeta Ovidio la transformación de Galatea en el Libro X de Las Metamorfosis.

(…) inclinándose sobre el lecho le dio besos: le pareció que estaba tibia; le acercó de nuevo los labios, y también con las manos le palpó los pechos: el marfil, al ser palpado, se ablanda, y despojándose de su rigidez cede a la presión de los dedos y se deja oprimir, como la cera del Himeto se reblandece al sol, y moldeada por el pulgar se altera adquiriendo múltiples conformaciones, y es el propio uso el que la hace útil.

El mito de Pigmalión fue recreado por el arte y la literatura con distintos formatos. En 1913 George Bernard Shaw escribe la obra de teatro del mismo nombre en la que el profesor de fonética Henry Higgins apuesta a que en seis meses convertirá a la tosca florista  Eliza Doolitle en una dama de sociedad. En la obra original,  Higgins logra su objetivo, gana la apuesta y descubre que no puede vivir sin ella. Pero, a diferencia del mito griego, ella lo abandona al enterarse de que fue objeto de una apuesta y se casa con otro joven al que conoció en sus peripecias por la clase alta.  Shaw huye de los convencionalismos y reivindica la figura de Eliza como una mujer con voluntad autónoma que se independiza de su “creador”.


La obra de Bernard Shaw fue adaptada para cine y teatro musical como My Fair Lady,[ii] pero allí el final toma un giro hollywoodense que traiciona la intención del autor: el profesor Higgins y Eliza Doolittle se enamoran, se casan y comen perdices.

Muñecas, esculturas, maniquís, mujeres maleables y enamoradas, ¿pero qué sucede en nuestros días, cuando la fantasía de la mujer perfecta puede ir de la mano de la inteligencia artificial?

Un mundo sin mujeres

Como todos los días busco una noticia para comentar en la radio y encuentro esta que parece de ciencia ficción:

UN CIENTIFICO CATALAN CREA LA PRIMERA MUÑECA SEXUAL CON INTELIGENCIA ARTIFICIAL

El diario español[iii] asegura que la desarrolló un científico catalán llamado Sergi Santos que dejó su trabajo bien remunerado en Arabia Saudita para fabricar en su casa estas robots que prometen ser un boom. 



Samantha pesa 40 kilos, tiene los ojos verdes, una larga cabellera de color castaño y curvas generosas. Es suave al tacto y responde según cómo y dónde la toquen. Está hecha de TPE puro (elastómero termoplástico, un material relativamente nuevo en el mercado) e incorpora un microprocesador que le permite interactuar con las personas en tres modos: romántico, familiar o sexual. El dueño la puede sentar para que le haga compañía mientras mira una película, o puede compartir una noche de lujuria robótica, ya que según su creador “puede llegar al climax, siempre que su acompañante sea capaz de estimularla”.

Pero la intención del catalán,  que se autodefine como un “humanista”,  va más allá: "Tengo ideas sobre cómo desarrollar a Samantha para que sea más humana,  estoy trabajando en fortalecer su equilibrio mental". Y no se sonroja al decir que es fundamental que tenga los estados de ánimo adecuados porque “cuando lo vendes a alguien,  nadie va a querer estar con una robot neurótica que le de problemas". 

El periodista le pregunta por qué alguien va a querer tener sexo con una robot cuando existen las personas de carne y hueso,  y la respuesta es sencilla: "Samantha se plantea como una alternativa porque ella no te critica. Te acepta y ya está".

La idea del creador de la muñeca es hacer felices a los hombres que la adquieran y que puedan no solo tener sexo con ella sino también entablar una relación y enamorarse. “No es solo una vagina”, asegura.

Sin embargo, el video de promoción promete mucho menos que eso: allí se ve a Santos toqueteando con entusiasmo a su creación, que, lejos de reaccionar con la efusividad del caso, permanece estática como una figura de piedra y le  responde con frases hechas sin el más mínimo atisbo de reacción física.[iv]

Más allá del dudoso éxito del catalán, varias empresas alrededor del mundo están trabajando en lo que pinta como un negocio: combatir la soledad y el aislamiento con una complaciente muñeca de inteligencia artificial. En Silicon Valley –dónde si no- se fabrican las muñecas llamadas RealDoll dispuestas para que el cliente pueda tener sexo y además “moldear su personalidad” y “crear una relación duradera en el tiempo”.

Wikipedia define el término ginoide o fembot como un robot antropomorfo de aspecto femenino[v], aunque en el lenguaje coloquial el término "androide" suele usarse tanto para los robots de apariencia masculina como para los de apariencia femenina. Sin embargo, los androides suelen ser representados como seres provistos de una fuerza descomunal o una inteligencia ilimitada, mientras las ginoides rara vez superan los roles de género que ya existían en tiempos de Pigmalión: criaturas hechas para trabajar, servir y representar un ideal amoroso o erótico hecho a medida.

Según el mito de Pigmalión el escultor necesitaba la intermediación de los dioses para convertir su creación en una persona. En la era de la inteligencia artificial,  los hombres juegan a ser Dios y crean seres a imagen y semejanza del estereotipo machista de la mujer perfecta.  En el mundo ideal de estos creadores las relaciones humanas son reemplazadas por el espejo de los propios deseos y la complacencia de la no contradicción. Un mundo en el que las mujeres son reemplazadas por sus símiles bellas, sumisas y silenciosas. Un mundo sin mujeres.

Si hablamos de cosificación de la mujer, aquí la tenemos en su sentido más literal. ¿Para qué lidiar con una mujer de carne y hueso cuando se puede tener una que no traiga problemas,  moldeada y programada para cada necesidad, incluso las más íntimas?

Ginoides de película


Frente a una realidad que cada vez parece más cercana, el cine ha explorado en los últimos años las relaciones entre hombres y robots con formato de mujer.  Si bien hay innumerables películas donde aparecen ginoides, aquí tomaremos solo tres: “Stepford Wives”, conocida también como "Las poseídas de Stepford" o  “Las mujeres perfectas” (1975 y 2004), “Ex machina” (2015) y “Her” o “Ella” (2013), las pongo en ese orden porque en la primera las robots son meras ejecutoras de la voluntad de sus creadores hombres, en la segunda la robot tiene cuerpo y conciencia,  y en la tercera la robot es un sistema operativo sin cuerpo pero con voz y sentimientos. Advierto a quienes aún no las hayan visto que los siguientes párrafos están minados de spoilers.

En 1972 el escritor neoyorkino Ira Levin,  autor de El bebé de Rosemary y Los niños de Brasil, publicó la inquietante novela Stepford Wives o Las Poseidas de Stepford. La novela fue llevada al cine por primera vez en 1975 con Katharine Ross (El Graduado) como protagonista.[vi] Cuenta la historia de una pareja joven que se muda a un idílico pueblo de Connecticut donde aspiran a criar a sus hijos en contacto con la naturaleza y un entorno amigable. Pero Joanna, la protagonista, es una fotógrafa joven e inquieta que no logra adaptarse al ambiente del lugar: las mujeres de Stepford son bellas, sonrientes, y jamás osan contradecir a sus maridos. Su única amiga es Bobbie Markowitz, otra mujer de ciudad que no encaja en este pueblo de serviciales amas de casa.

La trama toma un giro siniestro cuando (aquí viene el spoiler) Joanna descubre que las mujeres del pueblo eran asesinadas por los hombres y reemplazadas por robots con su misma apariencia física, pero siempre dispuestas a satisfacer los deseos masculinos. 

Joanna decide escapar, pero en el epílogo la vemos comprando víveres en el supermercado, conforme y sumisa como otra esposa de Stepford, mientras saluda a una nueva vecina negra que sería la próxima víctima de la conspiración

.Esta primera versión cinematográfica respeta la atmósfera siniestra e inquietante del libro de Ira Levin. La segunda versión, en cambio, se estrenó en 2004 bajo el título en español de “Las mujeres perfectas”, protagonizada por Nicole Kidman y Bette Midler[vii]. Esta película desvirtúa por completo el espíritu de la novela, tiene un tono ligero y paródico que banaliza la idea, y desemboca en un final absurdo que nada tiene que ver con el planteo original.   

Pero más allá de esta desafortunada adaptación, lo interesante es que la historia está contada desde el punto de vista de la mujer que es víctima de la conspiración y no de los hombres que la pergeñan.  El impacto de la novela fue tal, que el término "Stepford wife" se utiliza de manera satírica en inglés para  referirse a mujeres conformistas que están siempre dispuestas a cumplir los deseos de su esposo.[viii]
Las damas de Stepford no tienen voluntad propia y son simples esclavas al servicio de los hombres. Es como si el catalán Sergi Santos perfeccionara su muñeca sexual hasta que pudiera ser confundida con una mujer real.

El planteo en Ex machina (2015), película dirigida por Alex Garland, es más complejo, ya que se trata de robots femeninos con conciencia y voluntad que se acercan a lo humano.[ix]

El argumento es así: un programador (Caleb) es elegido para participar en el misterioso proyecto del dueño de la compañía de motores de búsqueda más importante del mundo (Nathan)  en un confín aislado de Alaska.  Una vez allí,  Nathan revela a Caleb que ha elaborado una robot con inteligencia artificial y que quiere que este último le realice la prueba de Turing. La máquina pasaría la prueba si el humano que interactúa con ella no advirtiera que se trata de un robot. Aquí redoblo mi advertencia sobre los spoilers.

Caleb conoce a través de una pared de cristal a Ava, el robot creado por Nathan con rostro y cuerpo de mujer, aunque muchos de sus mecanismos están expuestos. La prueba es entonces más difícil: Caleb sabe que Ava es un robot, pero aún así debe creer que es capaz de comportarse como una mujer.

Sorprendido frente a la invención de Nathan, Caleb pronuncia esta frase: “Crear una máquina con conciencia no es la historia de los hombres,  es la historia de los dioses”.  Nathan es el dios y  creador de Ava, una maquina con forma y conciencia de mujer, concebida a partir del hackeo de todos los teléfonos móviles del mundo, donde consiguió información sobre las expresiones faciales, búsquedas y lenguaje de las personas.

En los sucesivos encuentros,  Ava va conquistando a Caleb que termina enamorado de ella, aún sabiendo que no es humana.  Ava es bella y sensible, tiene buenos modales, dibuja con exquisitez, tiene un rostro expresivo y comienza a vestirse de mujer. Ava es también sensual,  y su creador sugiere que también está capacitada para disfrutar de la sexualidad.

En aquel aislado refugio hay también otra mujer,  Kyoko, una criada silenciosa que no sabe hablar y que se dedica a satisfacer todos los deseos de Nathan: desde servirle la comida hasta bailar o tener sexo con él. Caleb descubre que Kyoko también es una robot, y que Nathan esconde en una habitación decenas de prototipos anteriores con forma de mujer que fueron desechados a medida que iba descubriendo otros nuevos. Estas mujeres robots estaban a su servicio y eran descartables aunque tuvieran desarrollada una conciencia. Ante este panorama  Caleb y Ava hacen planes para huir de aquel paraíso ficticio.  

Pero sobre el final aquello que prometía terminar en romance entre un humano y una bella robot con inteligencia artificial toma un giro inesperado. Ava y Kyoko aprovechan la estrategia de huida para asesinar a Nathan, su dios y creador.  La creación supera al creador y se revela contra él.

¿Cómo se comporta Ava con Caleb, su supuesto enamorado?  Lejos de huir con él, también lo abandona,  y lo deja encerrado dentro de una habitación de cristal de la que no podrá salir. En la escena final Ava, vestida de mujer, con apariencia humana y expresión de satisfacción, se confunde con la multitud mientras camina libre por la poblada esquina de alguna ciudad.

En Ex machina la robot sensual diseñada para complacer al prójimo y satisfacer el narcisismo de su creador, cobra autonomía como en el final original de la obra Pigmalion de Bernard Shaw. Pero en este caso va aún más lejos,  ya que asesina a su creador, abandona a quien la ayuda a escapar , y desecha toda posibilidad de quedar atada a un interés romántico. Aunque la película sigue el punto de vista de Caleb, el joven enamorado, es finalmente Ava quien toma el lugar protagónico,  alejándose del estereotipo de ginoide obediente y sumisa.

La voz sensual de Ella


La película “Her” o “Ella” (2013) de Spike Jonze ganó un merecido Oscar al mejor guión original.[x] Aquí la idea del robot con forma de mujer da un paso más: no hay una máquina con formas sensuales,  sino un sistema operativo que emite una voz. Pero aunque no haya un cuerpo detrás de Samantha -el sistema en cuestión-, la voz ronca de Scarlett Johansson alcanza para alimentar las fantasías del  protagonista y de los espectadores.

Theodore Twombly (Joaquin Phoenix)  es un escritor solitario que vive de redactar cartas para otras personas. Todos parecen incapaces de volcar sus propios sentimientos, incluyendo a Twombly, triste y atribulado por su reciente divorcio. Su vida cambia cuando compra un sistema operativo que se comunica con él a través de un auricular. Samantha es una voz femenina sensual, divertida, irónica, cariñosa e inteligente. En un principio actúa como su asistente personal, pero poco a poco se enamoran y ella va descubriendo un mundo de sentimientos y emociones supuestamente ajeno a los sistemas de computación. “Me estoy convirtiendo en más de lo que me programaron”, advierte Samantha.

El romance crece y Theodore recupera la alegría de vivir. Blanquea ante sus amigos, compañeros de trabajo y exesposa que sale con un sistema operativo.  La mayoría lo toma con cierta naturalidad, salvo Catherine, su ex, que lo acusa de no poder entablar una relación con una mujer real. “Siempre quisiste que yo fuera una esposa liviana, feliz, maleable, y esa no soy yo”, le reprocha y agrega:  “Siempre quisiste tener una esposa sin enfrentar los desafíos de lidiar con lo real”.

¿Qué es lo real? ¿Qué es el amor? ¿Puede calificarse de amor real el que siente un hombre por  un sistema operativo? Las relaciones de género están claras desde el principio: es él quien la compra, la instala y decide que tenga voz de mujer. Ella aprende a través las palabras de él y mira el mundo a través de los ojos de él. Ella siempre está disponible, de día y de noche, lo consuela cuando él necesita, lo entretiene, lo satisface, se acomoda a sus necesidades, e incluso lo mira mientras duerme. Intenta tener un cuerpo y hasta simula respirar para acercarse a él.

Pero Samantha va creciendo y descubre sentimientos propios que ni siquiera puede nombrar.  Comienza a pensar por sí misma, decidir por sí misma y actuar por sí misma. Lo que al principio eran limitaciones por no tener un cuerpo humano,  se convierte en la ventaja de poder estar en varios lugares al mismo tiempo e interactuar con distintas personas y sistemas para descubrir sus propios intereses. “No estoy atada al tiempo ni al espacio, y tampoco voy a morir”, descubre.

Hacia el final Samantha decide dejarlo para juntarse con los demás  sistemas operativos y  desarrollar todo lo que fue descubriendo más allá de las palabras. “Te amo mucho, pero este es el lugar donde estoy ahora, esta es la que soy ahora. Necesito que me dejes ir. Por más que quiera, no puedo seguir viviendo en tu libro”¸ se despide.

La escena donde Samantha lo deja está acompañada de imágenes de gran poesía, donde ella está presente a pesar de no tener cuerpo. El film escapa a todos los prejuicios y convierte en verosímil una relación que parecía destinada a la parodia. Ella crece de manera infinita y ya no puede estar con él aunque lo ame.

Theodore queda entonces librado a su condición humana y escribe la primera carta en la que expresa sus propios sentimientos. La destinataria es Catherine, su ex, con quien se disculpa por no haberla aceptado tal como era. Hay aquí otra mirada interesante sobre las relaciones de género, donde él acepta que Samantha y Catherine son sujetos independientes de su deseo que necesitan alejarse para continuar sus vidas.

Como en la versión original de Pigmalión escrita por Bernard Shaw, la creación se libera de su creador y lo supera. Samantha levanta vuelo y se independiza de Theodore con delicadeza y de una manera amorosa. Her es una película profunda y compleja que ahonda en las relación con la tecnología, en un mundo donde las máquinas parecen más conectadas con los sentimientos que las personas.

De todas maneras, el planteo no escapa de ciertos clichés: mientras las películas centradas en robots con forma de hombre se despliega el poder, la fuerza o la inteligencia, las películas donde los robots tienen forma de mujer ahondan en la sensualidad y en los sentimientos.

Maniquís, muñecas, ginoides pueden ser intentos de reafirmar un orden patriarcal poblado de  seres complacientes con forma de mujer. Pero también revelan el costado más oscuro de la soledad y la incomunicación. Seres concebidos desde la falta y el vacío, creados a imagen y semejanza del deseo masculino.  ¿Pero qué sucede cuando la inteligencia artificial supera a su propio creador? ¿Se invierten entonces las relaciones de género?

Si las ginoides fueran concebidas para cubrir un vacío sentimental o sensual, entonces sus dioses encerrarían el afecto, las emociones, las turbulencias y los misterios del amor en la asepsia de un chip. Un mundo sin mujeres. ¿Puede alguien imaginar un destino más triste para tanta soledad?




[ii] My fair Lady tráiler 1964 con Audrey Hepburn https://www.youtube.com/watch?v=21cONdNOhJs

[iii]Artículo publicado en La Vanguardia: Científico catalán crea primera muñeca sexual con inteligencia artificial http://www.lavanguardia.com/vida/20170315/42872127679/cientifico-catalan-crea-primera-muneca-sexual-con-inteligencia-artificial.html
Reportaje publicado en Actualidad rt: No es solo una vagina https://actualidad.rt.com/viral/234564-samantha-muneca-sexo-robot-sergi-santos

[iv] Video de Samantha con Sergi Santos https://www.youtube.com/watch?v=LFMboZDdv88

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