miércoles, 17 de junio de 2020

Contracrónicas de cuarentena - Joggings, calzas, barbijos y corpiños

Texto: Silvina Quintans

A veces las redes sociales logran que nos sintamos menos solos. Cuando leí este tuit sentí una comunión de sentimientos, una revelación, casi una epifanía:

-Marie Kondo y tu puto orden, quiero recuperar toda la ropa de entrecasa que regalé.

Ayer en una de estas charlas virtuales con las que nos consolamos de tanto encierro, una amiga que suele andar muy elegante, confesó que desde que empezó la cuarentena alterna entre dos pantalones de jogging maridados con Crocs, ese calzado noble y feo que cabalga entre la ojota y el queso gruyere. El gran acontecimiento fue que se compró un tercer jogging verdoso para incorporar una variante. 

Uno de los pocos rubros que florecen durante la cuarentena es el de los pijamas y la ropa de entrecasa. Las grandes marcas archivaron por el momento la alta costura para remplazarla por “equipos” (palabra muy cara al mundo de la moda) para estar en casa. Debe haber gente que invierte en este rubro, sobre todo las famosas, que decidieron retratarse en pijama en sus redes sociales, como si se pudiera ser glamoroso después de tres meses de cuarentena. Pero lo cierto es que para el común de los mortales la ropa de entrecasa no es otra cosa que buzos, remeras y joggings viejos confinados en el fondo del placard, si es que lograron salvarse de las garras de Marie Kondo.

El jogging y la calza, esas prendas tantas veces menospreciadas, se convirtieron en nuestra segunda piel durante la cuarentena.  Otra prenda de cuarentena es el barbijo, accesorio que reclama su cuota de glamour. Y si no pregúntenle a Dolores Barreiro que no escatimó onda ni precio: 13.500 pesos.
Pero en esta fiesta de  joggings, calzas, pijamas y barbijos, hay una prenda que quedó confinada: el corpiño.  

-        -   Che, se acuerdan del corpiño?, tuiteó alguien en la red del pajarito
.
Miles de mujeres confesaron que aprovecharon la cuarentena para librarse de esa tortura de telas, ganchos, elásticos y aros que comprimen y levantan. Si en los 60 quemaban corpiños como signo de liberación, hoy alcanza con dejarlo en el cajón o reciclarlo como barbijo.

Ni hablar de los jeans –prenda incómoda si las hay para andar de entrecasa- del maquillaje, de los tacos altos, de los trajecitos o minifaldas que también quedaron colgados.  

¿Qué nos depara la "nueva normalidad"? ¿Veremos legiones de joggings y calzas en las salas de espera, los edificios públicos, los teatros y las oficinas? ¿Volveremos a ese instrumento de tortura llamado push up? ¿Caminaremos erguidas sin necesidad de hacer equilibrio sobre tacos y plataformas?

Habrá que hacer frente a tanta incertidumbre, pero mientras tanto, nada de andar retrocediendo en chancletas.



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