martes, 16 de junio de 2020

Contracrónicas de cuarentena - Las pelusas debajo de la cama

Texto: Silvina Quintans

Joven barriendo de Francisco Goya
La cuarentena ha dado resultados sublimes para algunos. Shakespeare escribió Macbeth y sus bellísimos  sonetos durante sucesivas cuarentenas, Newton descubrió las leyes de la gravedad, Frida Kahlo empezó a pintar después de tener el accidente en el tranvía que la dejó en cama durante meses y Banksy armó una obra de arte con graffitis en su propio baño.

Pero no todos somos tan excelsos. Yo tengo que confesar que envidio a todos aquellos que usan la cuarentena para devorarse la biblioteca, agotar el catálogo de Netflix o dejar la casa impecable.

 Hay cierta exigencia de productividad ligada al tiempo en casa. El razonamiento sería así: ya que no voy a salir tengo que aprovechar el tiempo y aprender carpintería, hacer los cursos gratuitos que pusieron on line las universidades más prestigiosas del mundo, retomar hobbies que había largado hace años, mantenerme en forma, cocinar rico, sano y barato, escribir una novela o encarar todas esas actividades que tenía postergadas o, como se dice ahora, procrastinadas.

Y estamos los demás: los que no nos podemos concentrar. Los que no pudimos encarar los arreglos de la casa ya sea por falta de tiempo o de ganas, los que miramos los libros acumulados como una epopeya más desafiante que escalar el Everest, los que lejos de comer más sano, arremetemos contra la heladera para calmar la ansiedad.

Sin embargo, las inquietudes a veces también afloran aunque no levanten demasiado vuelo. En estos días me sorprendí a mi misma buceando en las profundidades de internet para explorar un artículo titulado  “Por qué se acumula la pelusa en las casas”

Una pregunta con una respuesta desoladora: la pelusa es un destino inevitable. El secreto de la 'supervivencia' de las pelusas está en los movimientos que hay en la casa. Cuanto más nos movemos, más pelusas. Es una masa de pelos, polvo, piel muerta, telarañas y  fibras que se acumula en los rincones por arte de la atracción electrostática.

Cuando termine la cuarentena no habré escrito los sonetos de Shakespeare, no habré pintado los autorretratos de Frida Kahlo, no habré encarado la novela que tengo inconclusa desde hace tantos años, pero al menos podré contemplar las pelusas acumuladas debajo de la cama y asumirlas con la resignación del que sabe que enfrenta un destino imposible de torcer, en este caso gracias a la atracción electrostática, expresión que ya mismo estoy incorporando a mi diccionario de la cuarentena.



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