domingo, 19 de septiembre de 2010

Le Clézio y los contadores de historias.

Cuando J.M.G. Le Clézio ganó el Premio Nobel de Literatura en 2008 tuve una sensación -prestada, absurda- de orgullo. Por lo general los ganadores me resultaban desconocidos o ajenos, pero al gran Jean-Marie lo conocía desde hacía tiempo. En los cursos de Literatura Francesa en la Alianza había leído un par de libros (Désert, La Ronde et autres faits divers, La Ritournelle de la Faim) a los que se agregaron otros que fui descubriendo por mi cuenta (Gens des Nuages, El Africano).

Le Clézio representa para mí el paradigma del escritor-viajero, un espíritu con la increíble capacidad de meterse dentro de cada cultura como si fuera la propia. Puede relatar la rebelión de los Hombres Azules del Sahara contra el colonialismo, o seguir la travesía de una joven francesa para salvarse del hambre y de la guerra, o describir la sabana africana bajo la mirada asombrada y detallista de un niño. Su mirada siempre será certera y comprometida. Sus relatos van más allá de la curiosidad o de la empatía forzada y bienpensante. Detrás del narrador hay un hombre que conoce todos los horizontes posibles y se las arregla para comprender más allá de lo evidente.

Un año antes de ganar el premio, Le Clézio pasó fugazmente por la Argentina para presentar su libro El Africano. Durante una charla en el auditorio de la Alianza Francesa, contó en perfecto castellano sus orígenes familiares en la Isla Mauritius, su infancia en Africa, la adolescencia en Francia, el servicio militar en Tailandia, las experiencias en las poblaciones indígenas de México y América Central, y sus viajes por lugares olvidados. Aquella vida parecía el compendio de muchas vidas.
Esa tarde, el espacio solemne de la Alianza se llenó de nidos de termitas, selvas, ríos y desiertos que fuimos recorriendo de la mano de un gran contador de historias.

Un año después, mientras recibía el Nobel, Le Clézio dedicó el premio a Elvira, una narradora oral a la que conoció en la selva de Darien y que -como él aquella tarde en la Alianza- dominaba el viejo arte de contar historias.

Aquí van algunos fragmentos de aquel discurso.

"Una noche llegó una mujer joven. Su nombre era Elvira. En toda la selva de Emberas, Elvira era conocida por su arte de contar historias. Era una aventurera, que vivía sin hombre, sin hijos -se decía que era un poco borracha y prostituta, pero yo no creo nada de eso- y que iba de casa en casa para cantar, a cambio de una cena, una botella de alcohol y a veces algo de dinero (...) enseguida comprendí que se trataba de una gran artista, en el mejor sentido que se puede dar a esa palabra. El timbre de su voz, el ritmo de sus manos golpeando los pesados collares de cuentas de plata sobre su pecho, y sobre todo aquel aire de posesión que iluminaba su rostro y su mirada, esa suerte de arrebato medido y cadencioso, tenían un poder sobre todos aquellos que estaban presentes. A la trama simple de los mitos -la invención del tabaco, historias de dioses y humanos venidos del fondo de los tiempos-, ella agregaba su propia historia, la de su vida errante, sus amores, las traiciones y sufrimientos, la felicidad intensa del amor carnal, la acidez de los celos, el miedo a la vejez y a la muerte. Ella era poesía en acción, el teatro antiguo, y al mismo tiempo la novela más contemporánea. Ella representaba todo aquello con fuego, con violencia, inventaba, en la oscuridad de la floresta, entre el ruido de insectos y de sapos, el torbellino de murciélagos, esa sensación que no tiene otro nombre que la belleza (...) Allí estaba, sin duda, la paradoja más grande: que aquel lugar aislado, esa floresta alejada de la sofisticación de la literatura, era el lugar donde el arte se expresaba con más fuerza y autenticidad.
Poco después dejé aquel país, jamás volví a ver a Elvira ni a ninguno de los contadores de historias de la floresta de Darien. Pero más que nostalgia, me quedó la certeza de que la literatura puede existir, a pesar de la usura, de las convenciones y compromisos (...) Algo grande y fuerte los supera (...) algo nuevo y muy antiguo a la vez, impalpable como el viento, inmaterial como las nubes, infinito como el mar."

Le Clézio, J.M.G., "Dans la forêt des paradoxes", discurso pronunciado el 7/12/2008.
Selección y traducción: Silvina Quintans

Para leer el texto completo del discurso (en francés) cliquear aquí

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