jueves, 2 de septiembre de 2010

Cumplir años



Foto: Alicia Lecce
Texto: Silvina Quintans

Hoy vuelve a ser dos de septiembre en el tiempo de los relojes y soy un año más vieja.

Tal vez no sea casual que en los últimos días venga posteando cosas sobre la elasticidad del tiempo. El tiempo como desplazamiento implacable, como recordatorio permanente de aquello que no podemos detener. Y sin embargo, cada cumpleaños uno siente –como el personaje de El Perseguidor- que ese tiempo se dilata y se contrae de manera caprichosa.

Hay hitos en esto de cumplir años:
Los cinco y una fiesta con globos, gaseosas y payaso a la que sólo vino un compañerito
Los quince con chicas solas bailando frente a un tocadiscos
Los dieciocho con mucho sol en las ventanas y un gigantesco ramo de flores que ya no recuerdo quién mandó
Los veinte con fiesta multitudinaria y compañeros de la facultad
Los veinticuatro lejos de casa, en Estados Unidos, añorando el Sur durante el largo viaje con mis amigas (esas hermanas elegidas).
Los treinta y cinco y la súbita urgencia de maternidad
Los treinta y seis casi madre, enyesada, y a punto de casarme con Santiago
Los treinta y ocho en un restaurante contando los minutos que faltaban para darle la teta a Nico, el segundo de mis niños
Los cuarenta y la gran fiesta en el pelotero en la que -por unas horas- volvimos a recorrer los territorios olvidados de la infancia.

En alguno de todos estos cumpleaños una amiga me regaló un libro de Silvina Ocampo llamado Viaje Olvidado. El mundo fascinante que pintaban los cuentos de ese libro me persiguió durante meses. La atmósfera ingenua y siniestra, extraña y familiar, tierna y cruel, poética y cruda, llevaba al mundo perdido de la infancia. La autora relataba ese viaje de regreso a la infancia de una manera delicada, sutil, como si las palabras estuvieran tejidas con encaje.

Aquel no era un libro de viajes en sentido clásico -si uno concibe el viaje como un desplazamiento en el espacio-, pero proponía uno de los recorridos más extraordinarios que puedan hacerse: el viaje en el tiempo, el viaje al misterio, el viaje olvidado.

Viaje Olvidado es el título del cuento da nombre al libro y habla, justamente, del propio nacimiento, del recorrido entre la infancia y la adultez:

"Quería acordarse del día en que había nacido y fruncía tanto las cejas que a cada instante las personas grandes la interrumpían para que desarrugara la frente. Por eso no podía llegar hasta el recuerdo de su nacimiento (...) tenía la sensación de haber hecho un viaje, sin automóvil ni coche, un viaje lleno de sombras misteriosas y de haberse despertado en un camino de árboles con olor a casuarinas donde se encontró de repente haciendo nidos para pájaros".

El Viaje Olvidado, aquel viaje uterino y oscuro que suena a líquido, a latidos acolchados, a un calor que jamás volveremos a sentir.

Cada cumpleaños es, de algún modo, la frágil memoria de ese viaje olvidado.

3 comentarios:

  1. Sin embargo hay una cierta belleza en el paso de los años: esa inexorabilidad, que se cumple como se cumple el pasaje de las estaciones.
    Y es mejor no resistirse, es mejor aceptar dulcemente el paso del tiempo, que es reconocer la escencia de la vida.
    Las cosas son así, la vida, la muerte.
    Inexorables.
    Pero en el envejecer hay una toma de experiencia, el aprendizaje de las pequeñas sutilezas: aprender a convivir, a respetar, a resolver problemas, a relajarse, intentar darle a las cosas el valor que realmente tienen, o no tienen.
    Debe de ser lo que en los viejos se llama sabiduría.
    Creo que es la resistencia a envejecer la que produce angustia y tensiones.

    Reflexiones tontas, éstas, simples, nada del otro mundo...
    Pero está bueno, también, flexibles como juncos, dejar pasar los años e intentar disfrutarlos.

    Pluma Cuchara

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  2. Silvina... qué buen post! el único ruidito es eso de un año "más vieja"... ¿vieja?... yo diría que transitando una década que es la más alta en la vida de una persona, en todo sentido. Es una picardía ponerle ese adjetivo. Pero admito que es un comentario sumamente femenino cuando se está merodeando los cuarentaytantos. (Los hombres se sienten los leones de la selva y está bien porque suelen ponerse interesantes en sus cuarenta).
    Se me ocurre pensar también que algo debe ocurrir en esta edad porque yo también por momentos sentí que hacía ese viaje olvidado al útero materno, en muchas formas y a veces no tan suaves, ni tan bonitas. Bueno... el nacer es una experiencia fuerte. Y eso es lo que recordamos en cada cumpleaños.
    Espero que lo hayas pasado lindo y dedicándote el mayor tiempo posible para tus deseos más profundos.

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  3. ¡¡Gracias muchachas!! Hacen que cumplir años valga la pena.

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