martes, 9 de noviembre de 2010

Brasil


Foto: Dani Batista
Texto: Silvina Quintans

De camisa inmaculada y buen porte, Elena sabe mantener la elegancia a pesar del calor. Nos recibe con un almuerzo bien provisto en las galerías de la hacienda que desde hace varias generaciones regentea la familia de su esposo al Sur del Estado de Bahía. En la casona de tejas y muebles antiguos cuenta la historia de los antepasados, que llegaron hace un siglo y medio para montar plantaciones de cacao. Pero los largos años de prosperidad llegaron a su fin en la década del ’80, cuando una plaga llamada vassoura-de-bruxa (escoba de bruja) manchó de negro los dorados frutos del cacao.
El almuerzo transcurre amable y didáctico hasta que Elena lanza: “Ellos trajeron la plaga: el PT y sus seguidores”. Sus dichos no pretenden ser una metáfora, la larga teoría conspirativa incluye al mismísmo Lula, que habría sembrado la peste para perjudicar a los hacendados.
El tema volverá una y otra vez durante la visita a la hacienda, mientras Elena –camisa inmaculada, peinado intacto- nos pasea entre la humedad umbrosa de sus plantaciones. Con la ayuda de un cuchillo parte los frutos amarillos del cacao: los que desnudan su pulpa blanca y brillosa; y los que acusan el ataque de la peste en su desnudez viscosa, grisácea y podrida de manchas .

A pocos kilómetros de la hacienda, Zé sube a una palmera interminable para alcanzar unos cocos que se esconden en la altura. Los pies descalzos se deslizan sobre el tronco rugoso de la palmera, mientras las piernas se mueven hacia la cima con asombrosa simetría. Corta un coco con un movimiento preciso y lo deja caer sobre un colchón de hojas. El coco larga su jugo, se parte en pedazos filosos como estrellas, deja al aire su carne blanca y seca.
Zé conoce los secretos de esta selva que a veces se abre hacia el mar y otras se cierra en una inquietante oscuridad. Camina entre árboles superpuestos, separa las hojas filosas, detecta insectos invisibles, descubre aromas escondidos. Resplandece en sudor y sonrisas cuando tiende la mano para ayudarnos a superar algún obstáculo.
Cuenta que le gusta trabajar con turistas, que se crió en medio de este paisaje, que de chico aprendió a trepar a las palmeras, que con tantos hermanos tuvo que empezar a trabajar sin ir a la escuela, y que recién a los dieciocho aprendió a leer y escribir gracias a un plan de este gobierno. Lo dice sin perder la sonrisa y agrega: “yo quiero que gane Dilma”.

El primero de los nombres es ficticio
 
Más fotos de Dani Batista en http://www.danibatista.com/

7 comentarios:

  1. Muy bueno Silvina. Lo que veo en este contrapunto es que la dueña de la hacienda seguía siéndolo. La peste, cuyo origen suena poco verosímil, le debe haber hecho perder dinero pero su peinado, su espacio y su mesa seguían siendo dignas.La segunda persona, Zé, habla de una transformación radical en su vida, de la apropiación de la palabra, del acceso al conocimiento. Desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades, me parece que hay más peso en Zé. Mónica

    ResponderEliminar
  2. Silvina, me encantó el contrapunto marcado. Beso. Guillermo

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno, SQ, lindas historias, dos postales.

    La hacendada, esta tal Elena, que no teniendo a quien culpar culpa al partido del gobierno, imagina al mismísimo Lula trayendo por las noches la plaga irrevocable, lo piensa disfrutando la desgracia de los ricos. Ese trabajador sin cuna, sindicalista y luchador, encumbrado ahora por un periplo improbable, increíble, enaltecido por Obama, recibido como líder en todos los continentes, le resulta intolerable. Y con su hacienda corroída por la plaga ante sus ojos, le carga el sayo, sin dudarlo.

    Zé, en cambio, alcanzó una meta que se le había quedado en el camino, que se le apareció allí, al alcance de su mano, cuando ya no parecía posible. Está agredecido, y Lula es el destinatario natural. Poco más sabemos, o nos animamos a decir, de Zé. Es tanto más fácil, para nuestras conciencias, pensar a Elena que pensar a Zé.

    Disculpe si le politizo el post, SQ, pero sin la plaga de Elena y sin la alfabetización de Zé, seguramente ambos votarían lo mismo que están votando.

    VV (viajero virtual)
    Ps: había ensayado un comentario sarcástico y corrosivo, pero el inmaculado Zé me trabajó la conciencia.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Mónica y Guillermo, me encantó la palabra "contrapunto".

    VV, qué alegría encontrarlo nuevamente. No se amedrente, no hay tema que no merezca una mirada corrosiva. Ud puede, le tengo fe.

    ResponderEliminar
  5. Es verdad SQ, pero hay momentos, situaciones.

    Esto del Blog es como un taller literario. Si el disparador es "Cuando me anunciaron la muerte de mi abuela me invadió una profunda tristeza ...", Ud. no espere un texto zumbón e irreverente.

    Proponga, en cambio, "Un gordo sudoroso, con el ombligo a medio asomar entre los exhaustos botones de su camisa amarilla, se acercó con brazos abiertos a Alicia, impecable en su vestido de primera comunión, ante la mirada horrorizada de su madre ...", y se va a divertir.

    Como un cazador furtivo, como un nueve de área, esperaremos la oportunidad.

    VV

    ResponderEliminar
  6. Bellisimo texto, lleno de contrastes. Ella no suda, el sí, él debe esforzarse para sacar los frutos, ella no, ella no sonrie.
    Muy lindo.

    ResponderEliminar
  7. Silvina tu descripción es impecable, me encantó el texto, rico en sensaciones y refleja muy bien el sentir de los coroneles del cacao, tan bien caracterizados en Gabriela Clavo y Canela de Jorge Amado!!!! Besos y esperamos que viajes mucho más para deleitarnos con tus crónicas.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.