miércoles, 29 de abril de 2020

Contracrónicas de cuarentena - Anteojos


Texto y anteojos destruídos: Silvina Quintans



Perdí los anteojos justo una semana antes de que comenzara la cuarentena. Unos de marco colorado, preciosos, que me había mandado a hacer un par de meses, porque con los anteriores ya no veía nada. Trato de reconstruir los últimos movimientos, de pensar dónde habrán huido y recuerdo que la última vez que los vi fue hace un mes en una visita a mi mamá que estaba internada en un hospital de la colectividad italiana. Se quisieron quedar allí, abandonaron su cajita de plástico rojo y se fueron para nunca más volver.  Tal vez me estén escuchando y decidan regresar a casa, los recibiré con los brazos abiertos.

Las personas de cierta edad necesitamos lentes distintos para mirar de cerca y de lejos. Los que perdí eran los indispensables: los que sirven para leer, estudiar, trabajar. Volvieron entonces a mi vida los anteojos que había descartado por deformes, rayados y viejos. Y así ando a tientas hasta que las ópticas salgan de la cuarentena.

Pienso en las personas que tienen problemas graves de la visión, que pierden autonomía sin los anteojos y no pueden manejarse solas. En el país hay 4500 ópticas que están pidiendo a las autoridades que evalúen su actividad como esencial para aquellas personas que pierden o rompen sus anteojos. Están evaluando un protocolo con condiciones de higiene para retomar sus actividades.

Hay un cuento de Edgar Allan Poe llamado Los anteojos. En él un joven  vanidoso termina casándose con su tatarabuela por resistirse a calzarse los lentes. “En la velada musical, mi necia obstinación en no usar lentes fue lo que me impidió descubrir su edad”, se queja el protagonista. Finalmente todo había sido un engaño, el casamiento ficticio, pero el joven aprendió su lección y acepta resignado: “se terminaron para mí las cartas de amor, y jamás volverá alguien a verme sin mis anteojos”

Espero no cometer un error tan grueso como el del protagonista del cuento. Mientras tanto, me ilusiono con que mis divinos anteojos de marco colorado decidan dejar la caja de objetos perdidos en la que seguramente estarán refugiados, o que el gobierno se apiade de quienes andamos a tientas y se decida a habilitarnos las ópticas.



Nota: Un día después de leída la nota un decreto habilitó las opticas como servicio esencial. No pude recuperar aún mis anteojos, pero tengo la esperanza de encontrar un par nuevo tan precioso como los de marco colorado. 


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