Texto y lavandina: Silvina Quintans
Todo hogar tiene sus olores: el aroma de la comida recién
hecha, de la ropa lavada, la leña si tienen una chimenea. En estos días el olor
a hogar es el olor a lavandina. El vaho de la lavandina al abrir la puerta de
calle da sensación de protección, como cuando éramos chicos y nos sentíamos a
salvo al cantar piedra libre.
La lavandina es hipoclorito de sodio, también conocida como
lejía en España, cloro en otros países como Chile y México. Desde hace años
este noble producto con su envase de plástico amarillo con manija se había convertido en el patito feo de la
estantería. Su reinado había cedido ante una oferta cada vez más
sofisticada de líquidos, cremas y
aerosoles destinados a rincones cada vez más específicos. Spray para vidrios,
desengrasante para cocinas, crema perfumada para los baños, brillo mate natural
para los pisos.
Ahora la lavandina volvió a su reinado y debería cotizar en
bolsa. Dificil encontrarla en los estantes que solia frecuentar. Tuvimos que
aprender a diluirla: un pocillo de café (100 ml) en un balde con 10 litros de
agua, una cuchara sopera (10 ml) en 1
litro de agua. La lavandina es ermitaña,
le gusta andar sola. Cualquier compañía de otro producto de limpieza le viene
mal, tan mal que si la mezclamos con detergente, por ejemplo, libera gases con
efectos tóxicos. Ni hablar de mezclarla con amoníaco, juntos son potencialmente
letales. Ni siquiera acepta la compañía del vinagre, otro producto noble y
modesto.
Tampoco le gusta que la toquen, te exige un buen par de
guantes. Y ni hablar de cuando se enoja
y te salpica en estado puro, capaz de convertir la más sofisticada de las telas
en un trapo manchado y descolorido. Solita y al aire, le gusta andar,
ventilándose por los ambientes.
Algún día los hogares volverán a oler a flores, a
sahumerios, a lavanda, a vainilla. Mientras tanto, la lavandina seguirá siendo
la reina del hogar, modesta y sudorosa luchadora contra el enemigo invisible.
Audio de columna radial: https://ar.radiocut.fm/audiocut/silvina-quintans-y-roberto-moldavsky-sobre-barbijos-y-lavandina/
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