En esta nueva entrega del Diccionario de la cuarentena vamos
a analizar una expresión tan nueva como remanida: “nueva normalidad”.
El diccionario de la RAE define normal como habitual u
ordinario. Ahí empiezan las contradicciones: para que algo sea habitual debe haber
hábito o repetición, y si hay algo nuevo, por definición no es habitual ni repetido.
“Nueva normalidad”, entonces, es casi un
oxímoron, una paradoja. Hablar de nueva normalidad es especular, pedalear en el
aire, imaginar cómo serán nuestros hábitos en un futuro que aún no conocemos.
¿Volveremos a abrazar a nuestros padres? ¿Volveremos a viajar por el mundo? ¿Caminaremos
despreocupados por shoppings, aeropuertos, restaurantes, recitales o lugares
multitudinarios? ¿Tomaremos mate? ¿Nos pondremos barbijo cuando nos juntemos
para un asado? ¿Seremos más solidarios? ¿Seremos más egoístas?
A la hora de hacer especulaciones, también están quienes se
ocupan de los grandes temas: ¿Es el fin
del neoliberalismo? ¿Se termina el capitalismo? Y están hasta quienes plantean
escenarios anacrónicos o distópicos: los que cacerolean contra el “comunismo”, y los que vaticinan un estado autoritario y
controlador al estilo de la novela de Orwell 1984
Si hay algo que queda claro es nuestra baja tolerancia a la
incertidumbre y la poca aceptación de la ignorancia. Más allá de las
especulaciones, en apenas un par de meses nuestra realidad se volvió ficción: ¿Quién
hubiera imaginado que haríamos la cola de la verdulería con barbijo y tomando
distancia? ¿Quién hubiera pensado que estaría prohibido juntarse con amigos, visitar a los hijos, caminar por un parque,
andar en bicicleta, besar a tus padres? ¿A quién se le hubiera ocurrido que los
pizarrones serían reemplazados por pantallas y que festejaríamos los cumpleaños
con nuestros amigos en la pantalla de la computadora? ¿Qué alma trasnochada
hubiera vaticinado que tendríamos que salir con un certificado que nos autorizara
a subir al colectivo o con una bolsita bajo el brazo para justificar que
atravesamos el umbral de casa?
Pero de todas estas preguntas hay una que es la más
aterradora: ¿y si esta fuera la tan
mentada “nueva normalidad”?
Hay una escena de la película Mejor Imposible que recuerdo
mucho en estos días. Melvin Udall, el amargo escritor que encarna Jack
Nicholson, sale enojado del consultorio de su psiquiatra y se cruza con un
montón de pacientes en la sala de espera, ansiosos por calmar sus angustias.
Entonces les lanza una frase matadora: “Y qué pasa si esto es lo mejor que pueden
esperar?” (What if this is as good as it gets?”). De ahí sale el título de la
película, que en castellano es Mejor imposible.
Prefiero alejarme del pesimismo de Mr. Udall e imaginar una
“nueva normalidad” mejor que esta no normalidad que tenemos ahora, pero también
mejor que la normalidad que teníamos antes. Después de todo, creo que aquello a
lo que llamamos “normalidad” (definición que varía según la persona a la que le
preguntes) está tan lleno de injusticias y desigualdades que volver allí da más
miedo que dejarla atrás.
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