“Aplanar la curva” es otra de las expresiones que se
incorporaron a nuestro vocabulario durante la cuarentena. Esta combinación de palabras que nunca
habíamos escuchado antes ahora forma parte de los zócalos de los noticieros, de
las discusiones de los panelistas, de las charlas en la mesa o en la verdulería.
Alguien sugirió los otros días en la
radio que “aplaname la curva” bien
podría ser el nombre de un espectáculo de revista para la próxima temporada de verano, “nueva
normalidad” mediante, por supuesto.
Así define el diccionario de la RAE la palabra curva: “Que se va apartando de manera continua de
la dirección recta sin formar ángulos”. En otras palabras, la curva no es
ni recta ni ángulo, está en un limbo
geométrico lejos de la chatura de una recta y de la contundencia de un ángulo.
Pero así de modosita como la definen, la curva es metereta y anda por todas
partes: se habla de curva de la playa, curva del camino, curva de la línea
férrea, curva de la silueta femenina y hasta curva de la nariz. Hay también curvas abiertas y cerradas, y una
expresión automovilística de gran sabiduría popular que asevera que la gente
siempre te espera en la curva, haciendo referencia a que siempre están
dispuestos a marcar el error.
Como muchas de las expresiones que aparecieron en la
cuarentena, “aplanar la curva” suena a paradoja. Una curva jamás es plana, así
como la normalidad no puede ser nueva. Sin embargo, depositamos todas nuestras esperanzas en que pronto se aplane la curva para retomar nuestras vidas. Aplanar la curva es el nuevo horizonte, la Tierra Prometida, el Shangri-la.
Lo cierto es que esta expresión que irrumpió en la vida cotidiana viene del campo
científico, maneja sus propias reglas y tiene definición propia: “Línea que representa gráficamente la
magnitud de un fenómeno según los valores que va tomando una de sus variables.
Curva de temperatura, de mortalidad, melódica.”
Nos plantamos entonces ante esta última acepción para hacer
los deberes que nos indican los expertos: pisotear la curva y aplanarla hasta
que se convierta en una recta. A veces las paradojas ayudan a mirar el
horizonte.
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