Texto: Silvina Quintans
Si hay un término que invadió nuestra vida cotidiana es “protocolo”,
una palabra que rara vez utilizábamos A.C. (antes de la cuarentena), por eso la
incorporamos hoy al Diccionario de la Cuarentena.
El sustantivo “protocolo”
viene del latín protocollum, que a su vez deriva del griego clásico “protokollon”.
Proto adelante y kólla, goma de pegar. Así se designaba a la hoja que se pegaba
delante de un documento importante para garantizar que fuera auténtico. Este es el origen de una de las acepciones
del diccionario de la RAE: Conjunto de
reglas establecidas por norma o por costumbre para ceremonias y actos oficiales
o solemnes.
Antes de la pandemia la asociábamos con trámites ante
los escribanos, gente tan habituada al término que hasta lo convirtió en verbo:
“protocolizar”. Otro uso habitual está relacionado con el trato que rodea a
la nobleza o a la gente de alta alcurnia. Para quienes vieron The Crown, el
protocolo que rodea a la reina de Inglaterra la convierte en un personaje casi
divino. Hay que tratarla de Su Majestad, hacer una reverencia, no tocarla (muy
adecuado a tiempos de distanciamiento social), no retirarse antes que ella, no
darle la espalda, y ni hablar de pedirle una selfie.
Tanto apego a la formalidad hizo florecer los especialistas
en ceremonial y protocolo, gente que asesora en materia de saludos, costumbres,
manejo de los cubiertos, modales y obsequios. Una paquetería.
Pero más allá de estas acepciones, hoy la palabra se
incorporó a nuestra vida con usos inéditos: se arman protocolos para volver al
teatro, para salir a la calle, para comprar en el supermercado, para atender la
verdulería o para despachar en la farmacia. Nuestra vida se llenó de protocolos que están más cerca de los
guantes de goma y el alcohol en gel que de los cubiertos de plata y los
perfumes franceses.
Menos glamorosa aún puede resultar la expresión “romper el
protocolo”. Los rompedores de protocolos suelen ser personas de gesto adusto y
ceño fruncido que no entienden razones a la hora de hablar de salud pública.
Aunque está también quien con cierta
picaresca pronuncia la frase como si postulara el título de una puesta de
verano en un teatro de revistas: “Te rompo el protocolo”.
Volvemos entonces al diccionario de la RAE para encontrar
esta acepción: 4. m. Secuencia detallada de un proceso de actuación
científica, técnica, médica, etc. Hablamos entonces de reglas, de procedimientos de actuación,
esta vez guiados no por el savoir faire sino por el saber de los científicos. Y
aunque glamour y salud no siempre vayan de la mano, respetar el protocolo
siempre será más responsable que romperlo. Como esos viejos papeles que se
ponían delante de los documentos importantes para que nadie se olvidara de que
eran auténticos, el protocolo es cosa seria.
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