martes, 15 de junio de 2010

Sudáfrica '78


Foto: Chris Perkins
Texto: Silvina Quintans

Fotografía tomada de este enlace

Supe de la existencia de un país llamado Sudáfrica el día que apareció mi papá con unos pasajes para viajar a ese lugar que imaginé poblado de animales salvajes, selvas impenetrables y tribus coloridas.
Estaba en esa etapa de transición entre la niñez y la adolescencia en la que una lupa gigantesca se posa sobre los detalles de las cosas. Tal vez sea por eso que conservo recuerdos aislados de aquel viaje, recuerdos magníficos y llenos de colores.
Recuerdos también contradictorios en los que se cuela la tensión del apartheid. En mi cabeza infantil algunas imágenes de la discriminación quedaron grabadas a fuego, aunque pude comprenderlas muchos años más tarde. Estos son apenas algunos retazos de aquel viaje a un país que ya no existe.

Ciudad del Cabo desierta como un pueblo fantasma el domingo en que llegamos. Las calles vacías, los negocios cerrados, los edificios despoblados: no cruzamos una sola persona en el camino hacia el hotel. La sensación escalofriante de una ciudad abandonada y la explicación del guía: "aquí la gente es muy religiosa".

El Cabo de Buena Esperanza y un acantilado desde el que se veía muy clara la línea que divide las aguas turquesas del Indico de las azules del Atlántico. Mi hermano y yo recibimos un diploma con un mapita que acreditaba nuestra llegada, como si fuéramos antiguos exploradores.

Unos campos muy verdes y ondulados en Stellenbosch, en la Ruta Jardín. Un paisaje que nada tenía que ver con mis fantasías de Africa.

Mi hermano montando trabajosamente un avestruz de plumaje negro.

El gusto a pollo de la carne de avestruz.

Un hotel metido en el mar. El interior parecían las entrañas de un caracol descomunal. Las olas rompían contra las ventanas del restaurante. Se llamaba Beacon Island.

Los colores de los saris de las mujeres indias en Durban.

Una pareja india vestida de gala en la entrada del Hotel Maharani. La pareja espera para subir al ascensor panorámico. El ascensor recién inaugurado es la gran atracción de Durban con sus paredes de vidrio que se deslizan sobre la fachada. Un guardia negro les impide la entrada: sólo los blancos pueden subir.

Mujeres semidesnudas que bailan para los turistas una danza africana. Las tetas grandes que cuelgan hasta la cintura y los movimientos desganados de quien está obligado a ganarse la vida.

Una soga con ropa occidental y descolorida que cuelga muy cerca de las danzantes de tetas grandes.

Las playas de Durban con espacios para negros, blancos y asiáticos.
Los baños para negros y para blancos.
Los barrios para negros y para blancos.

La mirada torva de una mujer negra en Johannesburgo una tarde en que nos separamos del grupo y salimos a caminar con mamá.

Las recomendaciones de Kevin -nuestro guía rubio, gay y discriminador-, para que nos mantuviéramos alejados del Soweto.

La larga travesía nocturna en una caravana de autos alquilados hacia la casa de Fred, un sudafricano blanco que nos invitó a su casa por el solo hecho de ser argentinos.

La oscuridad del camino hacia la casa de Fred entre barrios pobres y tachos en las esquinas. Alguna fogata en las veredas, aunque no estoy segura.

El lujo de la casa de Fred con su gigantesca cocina y sus modernos gadgets. Recuerdo una mesada color cromo.

La sabana amarillenta del Parque Kruger, tan distinta de la selva que había imaginado.

Un babuino en medio del parque manoseando su enorme pene –aún no podía interpretar la imagen en toda su dimensión.

Los leones escondidos en la maleza.

Las manadas de kudus, al principio novedosas y luego repetitivamente aburridas.

Los inquietantes ruidos nocturnos en el lodge de la sabana.

La excursión a las Cataratas de Victoria en Rhodesia –hoy Zimbabwe- escoltados por camiones y lanchas militares que contenían las agresiones a los turistas y la inminente revolución contra el régimen blanco.

Los carteles en la habitación del hotel frente al río Zambeze que ordenaban hacer cuerpo a tierra en caso de escuchar tiros.

La selva que rodeaba a las cataratas y los gigantescos saltos de agua.

Las noticias de la revolución que convirtió a Rhodesia en Zimbabwe pocas semanas después.

Las noticias del fin del apartheid y la llegada de Mandela al poder, 16 años después, cuando por primera vez comprendí muchas de las cosas que había visto en aquel viaje.

15 comentarios:

  1. !Qué me hizo, SQ! Me apoyó el blog sobre una pared de piedra, una cerámica gastada, y encima el blog se mueve de un lado a otro, y la pared permanece pétrea, propiamente. Un prodigio. Cambió los colores, la distribución ... toda una mudanza.

    Le soy sincero: cuando lo vi tuve la misma impresión que cuando compramos la primera TV color, allá por el 78.

    Déjeme reponerme y le comento.

    VV (viajero Virtual)

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  2. No me asusta el acertijo, VV. Prepárese para ver los cambios de la semana que viene. Ahora que descubrí los gadgets de diseño no me para nadie.
    ¿Algo que decir sobre Sudáfrica?

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  3. La felicito, SQ. Todos estos recuerdos aislados, así como los presenta, representan muy bien la forma en que se recuerdan viajes de la niñez y la adolecencia. La mirada de quien no comprende lo que ve, pero lo registra para el lector, que sí lo comprende. Como el mayordomo de "the remains of the day" (o "los restos del día", como prefiera), como tantos personajes de Fontanarrosa, o como el niño de cinco años que nos cuenta que le preguntó a la señora ya mayor del segundo para cuándo espera el bebé.

    Le hago unas observaciones.

    Se ve que en Sudáfrica son muy tolerantes con el trato que les dan los turistas a los avestruces (primero su hermano lo montó a caballo, luego lo ajusticiaron, lo hicieron al asador y se lo comieron -!!salvajes!!-, y encima Ud. lo confunde con un pollo). Y piense que en la India casi la llevan presa sólo por sacar una foto.

    Por momentos me hizo poner colorado. Si va a ir orientando el blog hacia relatos triple x avise, así nos preparamos.

    Me pregunto qué recuerdos tendrá el tal Fred, que debe haber hecho un comentario casual, una simple gentileza (al estilo de un "cuando quieran darse una vuelta por mi casa, están invitados"), y, quizá un mala pasada del idioma, terminó con una caravana de autos llenos de turistas argentinos cayéndole de visita en su casa, en medio de la noche. !qué pesadilla! ¿Les sirvió algo de tomar, o directamente les largó a los perros? Me imagino la prevención con que se relacionará hoy en día este hombre con los Argentinos.

    Para terminar: por lo que dice en el comienzo de la nota, geografía no era el punto fuerte de su escuela, o de Ud.

    VV

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  4. Qué decirle, VV. Contestaré punto por punto a sus variadas inquietudes.

    Poco se hablaba de consciencia ecológica en aquellos días -en todo caso, frente a lo brutal del régimen era lo de menos-, mi experiencia me habilita para darle una recomendación: no le haga asco a la carne de avestruz. Puede ser un poco sequita, pero vale la pena.

    Con respecto a las escenas XXX, adhiero a las teorías de la estética de la recepción. Dicho en criollo: es el lector quien dota de significado e intencionalidad al texto. Permítame decirle que la calificación XXX que me endilga no es otra cosa que el reflejo de su artera interpretación de las inocentes imágenes descriptas en el texto.

    Le concedo, en cambio, que el tal Fred debe haberse sentido algo abrumado por nuestra masiva aparición en su casona de suburbios. Aunque la anécdota haya quedado empalidecida por la invasión de barrabravas que estamos enviando al Mundial.

    Por último, y con referencia al nivel de geografía de mi escuela, se hace lo que se puede, VV. De todos modos y modestamente, creo que superaba por varios cuerpos el nivel de los cráneos que están viajando a Sudáfrica costeados por medios gráficos, radiales y televisivos para la cobertura del Mundial.

    Espero haber evacuado todas sus dudas. Siempre a sus órdenes.

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  6. (Perdón toqué algo mal y se suprimió el comentario...)
    Silvina...esa Sudáfrica la aprendí a degustar con textos de mi niñez con Salgari, luego llegaron Brink, Coetzee... y tantos otros... la vi en fotos en blanco y negro! (qué irónico, no?)que mostraban la segregación racial en las puertas de los baños... como si un inodoro no se llevara lo mismo sea uno del color que fuere. Gracias por tus recuerdos! hubiera deseado haber estado ahí durante el apartheid, no por morbo, sino para que la historia me traspasara...(además hubiera sido "blanca" justo yo que soy morocha!je, chiste malo).
    Y para el anónimo VV cuento que también yo he comido milanesas de avestruz en la Patagonia... en la zona de Zapala, cacería de la que participó mi papá que es incapaz de matar una mosca... Yo creí que comía la suela de un zapato.

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  7. Me olvidaba... pero no entendí muy bien lo del babuino en el parque... podrías desarrollar la idea?

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  8. Gracias por los comentarios, Alba.
    La literatura y los viajes van siempre de la mano. A mí me encanta tener este espacio no sólo para compartir algunas experiencias, sino también los textos de algunos autores que ayudan a reflexionar y ampliar esa mirada.
    La selección a veces es complicada, porque la literatura es tan infinita como las miradas posibles sobre un mismo lugar.

    En cuanto al tema que nos ocupa, concretamente el babuino que ha sonrojado al mismísmo VV, me ciño nuevamente a la estética de la recepción. Veo que su lectura, a diferencia de la de VV, es pura y libre de prejuicios. Ajustándome a la misma teoría, podría decirle que el texto no necesita explicaciones y que es el lector quien debe completarlo.
    A modo de pista, sin embargo, agrego que el primate daba rienda suelta a una actividad muy arraigada en su especie, que ha dado lugar a ciertas expresiones procaces en nuestro idioma.

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  9. Estoy considerando seriamente agregar la etiqueta "babuino" a este post.

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  11. Le agradezco la respuesta, SQ, demasiado solicita para mi gusto. Ya aprenderá a ningunear a los comentaristas, a dejarlos pedaleando en el aire, sin respuestas, cuando vaya ganando experiencia en esto de ser capanga de un blog. Pero va por el buen camino: no se privó de asestarme ese "evacuado sus dudas" que, para serle franco, no sólo es de dudoso gusto, para ser generoso, sino que, aplicando sus propias teorías, deja al lector en un terreno farragoso para completar el texto.

    Eso de que como en Sudáfrica pasaban cosas graves Ud. se sintió casi una santa faenando un avestruz no se sostiene. Tiró la pelota afuera. Pero si sigue en esa tesitura, le encomiendo una excursión con su suegra a Darfur y allí termina de una vez y para siempre con sus problemas familiares. Una pregunta: ¿Ud. hinchaba por el Coyote, no?

    Con lo del babuino y la bailarina, a mi no me convence con ese clásico argumento de modelito en ascenso. Sólo faltó que dijera que es algo natural y que su texto es muy cuidado, artístico. Si quiere que le complete el texto se lo completo, pero así sin completar está bastante claro. No se lave las manos.

    Veo que también tiró la pelota afuera con lo del tal Fred y lo de la geografía. Le tira el fardo a los barrabravas y a los periodistas. Todo, siempre, puede ser peor. Es como el tipo que en lugar de pintar el frente de su casa, despinta el de sus vecinos.

    Me despido, SQ, pero lo de Fred no termina aquí. Voy a googlear "Fred 1978 Argentains diner surprise uninvited" y después le cuento.

    VV (Viajero Virtual)

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  12. No me asusta el acertijo, VV.
    Ud. dirá que tiro la pelota afuera -metáfora más que oportuna en los tiempos que corren-, pero prefiero reservar mi artillería dialéctica para el próximo post.
    Allí lo espero, reloaded.

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  13. Nos vemos allí, SQ, pero lo de la artillería es un tanto inquietante.

    VV (Viajero Virtual)

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  14. Señorita Eseqú, recién hoy me asomo a su texto y me alegro de haber llegado tan tarde. Debo reconocer que el aporte de sus lectores Alba y el (confianzudo, irreverente) Viajero Virtual, han enriquecido y sazonado, -cual guiso carrero- su bonita crónica. Pluma Cucharita.

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