viernes, 21 de mayo de 2010

Gustavo Cerati y el lado oscuro del viaje

Me perdí en el viaje/ y nunca me sentí tan bien. (G. Cerati) 

Texto: Silvina Quintans

Hace exactamente 12 años –cuando aún trabajaba como abogada- sonó el teléfono del estudio y un hombre me dijo que mi papá había tenido un accidente cerebral en República Dominicana. Yo por aquel entonces estaba distanciada de mi padre y no lo veía desde hacía tiempo. No tenía idea de que había viajado, y mucho menos de que tuviera algún problema de salud. Era un hombre joven, muy activo y deportista.
En pocas horas me vi embarcada en una aventura que me sobrepasó por completo: enfrentarme con mi padre, enfrentarme con mi padre en coma, enfrentarme con mi padre en coma por un accidente cerebral, enfrentarme con mi padre en coma por un accidente cerebral en República Dominicana.
El viaje a República Dominicana con Santiago y con mi hermano fue –sin dudas- el momento más desconcertante y doloroso de mi vida. Es imposible describir el dolor que uno siente cuando no sabe cómo va a quedar aquella persona a la que quiere. Cuando llegué a Dominicana papá ya estaba despierto, pero no era aquel al que yo había llamado papá. Para empezar, había perdido el habla y no estábamos muy seguros de cuánto entendía de lo que decíamos. Había perdido también la movilidad de las piernas y de un brazo. Teníamos que ayudarlo entre dos personas para que cambiara de posición en la cama.
Hace ya varios años que intento escribir una novela sobre la experiencia de aquel viaje - inimaginable, surrealista, avasallante- y voy avanzando de a poco. El calor pegajoso, el olor del trópico, las discusiones para lograr que nos enviaran un avión ambulancia, la soledad, el desamparo, el extrañamiento. Esa es la palabra: extrañamiento.
Durante aquellos quince días en Dominicana nos sentimos más extranjeros que en ninguna otra parte. Extranjeros frente a los demás extranjeros. Hordas de turistas que llegaban con gorritos y cámaras fotográficas a disfrutar de una semana de diversión sin cuestionamientos. La sensación se potenciaba hasta el grotesco en un escenario que desplegaba todos los clichés del turismo moderno: chicas con guirnaldas de flores esperando a la salida del avión, resort con lagos artificiales, la música funcional de la recepción, los mediocres espectáculos nocturnos en el patio del hotel, los animadores dispuestos a conjurar el aburrimiento a fuerza de actividades sin sentido. Todo parecía preparado para resaltar aún más nuestra desgracia. Aquel clima de alegría artificiosa me irritaba y entristecía.
No quiero irme por las ramas, hace años que intento profundizar en este lado oscuro de los viajes, pero no es el objeto de este post. No sé en realidad cuál es el objeto de este post. Así como no sabía entonces cuál era el objeto de la actividad del resort, o el mío en un país lejano intentando repatriar a un hombre al que me costaba reconocer como mi padre.
Todas estas imágenes volvieron a mi cabeza esta semana cuando leía sobre la salud de Cerati. Las crónicas hablaban de vegetación, calor, humedad, accidente cerebral, una clínica moderna, familiares perdidos en un país extraño. Y luego llegaron los reproches y estupideces: si fumaba, si tomaba, cuál era su estilo vida, como si la enfermedad tuviera un culpable. Si algo aprendí con la enfermedad de mi padre es que a veces resulta difícil asumir lo inexplicable, aquello sobre lo que no tenemos control. La enfermedad es siempre un golpe a la omnipotencia.
Por suerte, para mí Cerati evoca también otros viajes: Canción Animal en el walkman por los caminos de Chile en el ’90, El Puente –un tema de su primer disco solista- en la entrada del salón el día de mi casamiento, y las inmensidades patagónicas desfilando este verano en el auto al ritmo de su maravilloso disco Fuerza Natural. Estamos a merced de la fuerza natural.

Fuerza natural

5 comentarios:

  1. Excelente Silvina. Un lugar turístico es una pesadilla general cuando hay una tragedia individual.

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  2. Gracias, Mónica. Tu frase condensa lo que sentimos durante aquellos días en Dominicana. Un clima denso y pesadillesco en un lugar diseñado -en teoría- para pasarla bien.

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  3. Las personas y sus sentimientos hacen a los lugares y no al reves...podras estar en el paisaje mas espectacular pero con tragedia interior estas vacio, no le encontras sentido. El viaje interior es siempre el que manda, limita, agrega.
    Las vivencias que uno sufre, cuando se replican en otra gente, se las entiende de otra manera, traen a primer plano el recuerdo, es como viajar en el tiempo, no siendo un pasajero de LOST...je. Lindo post, Silvina.

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  4. Gracias, Pablo. El tema me tiene sensibilizada en estos días.
    Es cierto, los paisajes tienen gran carga de subjetividad.

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  5. la sensacion de finitud y soledad de esos momentos .
    La incertidumbre, el desconcierto y la esperanza.
    La mentira vital.
    EL AMOR.
    FUERZA NATURAL GUSTAVO.
    ABRAZO HERMANA

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