viernes, 14 de mayo de 2010

Vientos patagónicos


Foto: Santiago Felgueras - Arco Iris desde las cabañas de Lago Posadas 2010.

Texto: Silvina Quintans.

Esta contracrónica empieza donde termina el artículo "Grafittis en la estepa" que salió en Clarín el domingo y que postée hace un par de días. No voy a hablar de la Cueva de las Manos ni de Bajo Caracoles, ni del camino de colores hasta Lago Posadas. Tampoco voy a hablar de las dificultades del camino de ripio, ni de los -casi- dos días que nos llevó ir desde el Chaltén hasta las dos cabañas alpinas que alquilamos frente al Lago Pueyrredón en el Camping El Tío, cerca de Lago Posadas, al Norte de Santa Cruz. Si alguien lee esto con alguna finalidad práctica sólo diré esto: recomiendo el lugar por paradisíaco, aunque las cabañas tienen varias deficiencias. Para empezar, no tienen heladera y están muy aisladas del pueblo, con lo que el tema comidas se complica (¡¡hasta los chicos se aburrieron de los fideos!!). Por lo demás, las cabañas están pegadas literalmente al lago frente a un paisaje alucinante; valen la pena las privaciones.

Al margen de las disgresiones prácticas, el tema de esta contracrónica es el viento.  Siempre digo que si el viento patagónico soplara en otras latitudes, tendría nombre propio como los huracanes. Con la diferencia que en la Patagonia el huracán es permanente y está incorporado al paisaje.

Durante los dos días que pasamos en las cabañas frente al Lago Pueyrredón, el viento tuvo momentos piadosos y de los otros.  Nos voló la comida, la ropa, las galletitas, la mesa, las sillas. Había que poner voluntad para pasar el día al aire libre, pero lo enfrentamos con estoicismo. Los chicos tiraban piedritas al lago y construían sus "franquicias" (quién sabe por qué bautizaron así a las defensas que armaban contra las olitas de la orilla), mientras los adultos leíamos, escribíamos, tomábamos mate y sacábamos fotos. Pero lo que durante el día podía parecer simpático y hasta pintoresco, de noche se convertía en un ulular ominoso que sacudía fiero la cabaña.

La segunda noche no pude pegar un ojo. El viento soplaba con furia y agitaba todas mis neurosis.  El cielo estaba muy negro, los álamos craqueaban y las olas del lago parecían animales al acecho. Cuaderno y lápiz en mano, intentaba exorcizar mis miedos. Aquí van algunos párrafos que escribí aquella noche.

4:20 AM.
Ni luna, tanto es el desamparo. Cielos negros de incontables estrellas, tan parecidos a la estepa. Incontables matas amarillas, incontables estrellas. El viento es inabarcable. Escucho los álamos doblados detrás de la cabaña y las olas que rompen impotentes en el lago, apenas a un par de metros. El viento arremete contra las ramas, el agua, el techo de chapa de la cabaña. ¿Se podrá dormir con este viento? ¿Habrá alguna alternativa al insomnio?. Es como si la cabaña estuviese navegando o levantando vuelo sin rumbo sobre una tierra inquieta y oscura. Difícil imaginar que vuelva a salir el sol entre tanta oscuridad, entre este viento que parece el de la última noche.
Pienso en los tehuelches enfrentados a la intemperie. El viento del Chaltén, su presencia caprichosa, las nubes negras que lo rodean como humo, el alero de la Cueva de las Manos en la oscuridad, la furia de las olas en el lago. ¿Cómo no temer a los dioses?
"Tierra Maldita", la llamaban, y tal vez sea cierto. Tantas bendiciones bajo este viento.
Hace un rato salimos con Santiago a mirar las estrellas. El cielo sin luna aún conservaba un resplandor vago en las orillas. Recorrimos la Vía Láctea, reconocimos las estrellas que más brillan. Una se mueve rápidamente y traza su órbita. La sigo, puedo reconocerla entre todas las demás por su movimiento. No es más que un puntito en busca del recorrido perfecto. La sigo por todo el cielo. La veo trazar un arco hasta que soy yo quien decide desviar la mirada. Busco otra estrella móvil en el ombligo del cielo. La encuentro. La sigo con la mirada en busca del recorrido perfecto.
6:00 AM - ESTA AMANECIENDO Y SE VUELA TODO.

Nota Graffitis de la estepa

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